Duerme poeta en tu postrer asilo
libre ya de los lazos de este mundo,
y otros poetas en tu fosa eleven
triste cantar en coro gemebundo.
Pasaste apenas en la tierra impura
para probar su hiel y sus dolores
y marchar sobre espinas punzadoras
y ser pasto de crueles sinsabores.
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A esos mundos inmensos, do se estrellan
la miseria del hombre y su impotencia
mundos que se revelan al poeta
por la fe en el Señor y su clemencia.
Descansa en ellos Adolfo
mientras mi triste laúd
murmura un himno doliente
sobre tu negro ataúd.
Débil ofrenda sin duda
A un vate, cual eres tú.
Juana Manso
El Nacional, N°849, Montevideo, 1841