Search

24 de Abril, aniversario del fallecimiento de Juana Manso. Traslado de sus restos. Discurso del Sr. Atanasio Rodriguez, 1915.

Comparte en:

Señores: Traigo la representación del «Centro Nacional de Maestros» en esta hora solemne en que se trasladan los restos de la educacionista, doña Juana Manso, después de haber permanecido 40 años descansando en la fosa que los guardó, al panteón de «El Magisterio», monumento que contiene los despojos que han caído en medio del camino como aquella, después de haber entregado todo lo que tiene más divina el alma y de más potente el cuerpo, al servicio de la más noble de las misiones públicas: la educación y la instrucción.
Momento propicio es este, para pensar en la incesante evolución que sufre la escuela, y en la importancia de la función que cumpIe a través de la vida del pueblo, y como, con su silabario y con su apóstol, el maestro, imparte luz, vida y grandeza, desparrama semillas fecundas en el sendero tortuoso y difícil de la jornada, y que al germinar por el empuje de la fuerza creadora que las anima, se multiplican en prosperidad y mayor progreso, y retornan misteriosamente en todos los sitios para marcar con
verdad, su obra bienhechora y patriótica.
Porque la escuela, cualquiera que sea el sitio que la cobije, las grandes urbes llenas de todos los florecimientos de la civilización, hasta el aduar del salvaje que existe aun con su alarido característico, siempre triunfa, y en su continuo vivir, va afirmando los cimientos de la nacionalidad, porque ella se levanta como un faro de inextinguible luz, que irradia resplandores que no solo se desparraman por la tierra para hacer desaparecer las obscuridades que la cubren, sino que también se elevan bien alto, al cielo, al firmamento, pretendiendo llegar a Dios para pedirle inspiraciones.
Donde vive la escuela, donde están el niño y el maestro, allí podemos asegurar que de instante en instante, se forja la grandeza de la vida, se hace la patria, y mediante su influencia silenciosa pero cierta, ha de erguirse nuestro pueblo, siempre fuerte, siempre rico y siempre digno como lo quisieron nuestros mayores. Y esa es la escuela que quisieron Belgrano, Rivadavia, Sarmiento y Avellaneda, y la que quisieron los maestros que hoy descansan, como Juana Manso, en la fosa común, y esa es la escuela que hace el magisterio argentino que recogió sus inspiraciones y guarda como hermosa herencia en lo más recóndito de su alma, porque el magisterio y con él la escuela, son fuerzas evidentes, y no obstante muchos factores negativos que Ie salen al paso, han de continuar su camino entonando cantos de victoria, mirando siempre adelante y pensando muy alto.
Bien venidas sean las flores que cubren los restos de un maestro, y benditas las manos que las han arrojado, impulsadas por un corazón que siente palpitaciones generosas y emociones nobles. Las merece el maestro que entregó su vida por los niños. Sean estos restos, estas tumbas, este panteón que guardan las cenizas de los maestros caídos, altares a donde concurran en todos los tiempos, los bien intencionados, para tomar inspiraciones, recoger enseñanzas y pedir consejos, porque las tumbas
frías y solitarias, hablan a los corazones con un lenguaje que lo entienden los que tienen alma sana y cuerpo fuerte.
En nombre del «Centro Nacional de Maestros», me inclino reverente ante esta urna, que en medio de la inactividad y de la muerte, guarda energías que hemos de recoger para estímulo de noble acción y de vida fecunda.

El Monitor, Año 34. No 517. BUENOS AIRES. ENERO 31 DE 1916 Tomo 56

Te gusto:

Últimas entradas

Categorías

Etiquetas

Últimos Artículos