Artículo satírico
A Lope de Río
Imitemos el positivismo inglés.
A modo de consuelo o compensación, déjeme discurrir, y meter mi cucharada en la sección satírica de nuestro periódico; su artículo Niñas y Viejas, me ha hecho cosquillas y no puedo dejarlo pasar por alto.
¿Con que lo entristece a V. ver que el interés es hoy el móvil de todo? ¡Y hecha V. de menos la abstracción de Galileo que le valió nada menos que lo asasen como un bife-natural! ¡Y recuerda V. la meditación del Tasso que por esas y hacer lindos versos y andar en piropos con la princesa Leonor, alcanzó el cepo y la camisola de los locos!
¡Que han de ocultar las nieblas del pasado, sino muchas miserias y desvaríos!
¿En qué quiere V. que piensen las niñas sino en la volanta que las lleva al paseo, al teatro, al baile?
¡Las mujeres meditar! ¿Y dónde está la cabeza, noble templo del pensamiento, me dirá? ¡y que la cabeza está sobre los hombros? Así lo creo yo también… ¿y el pensamiento? después, después hablaremos de eso
Las Eloísas enamoradas no son de este siglo, porque no hay Abelardos tampoco, ¡gracias a Dios!
¡Ángeles! Sr. Lope del Rio, los ángeles tienen alas, pero no me consta que tengan uñas.
¿Las mujeres se venden a peso de oro? ¿Le gustaría a V. más por ventura que hiciesen lo que aquellas Reinas Brunehilda y Fredegonda que mandaban descuartizar vivos a sus amantes? ¿o le parece que hacían mejor las princesas de Borgoña mandando arrojar los hombres desde la Torre de Nesle al Sena?
Las niñas del día dicen; tanto tienes, tanto vales: a hombres prosaicos, cínicos o escépticos, mujeres de mármol; de lo contrario es buscar la muerte de Safo, hecha tortilla contra las piedras, es buscar la desesperación de Dido, abandonada por el tunante de Eneas.
¡Justinita pensaba con mucho juicio; un hombre tonto, antipático y con dinero, es la suerte grande Sr Lope del Rio!
Un D. Blas apestando a rapé y con doscientos mil durificos, es lo que conviene a quien hecha llave a su corazón y vive con su época.
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Mire V. amigo mío; desconfíe siempre de las apariencias, y recuerde que ser es una cosa, y parecer es otra.
¡La belleza física es casi siempre una compensación de la aridez mora!; y vice versa, el espíritu más elevado, el corazón más magnánimo, el alma más noble, suele tener un involucro bien irrisorio y deforme!
Veo que somos los reversos de una medalla en punto a gustos; me le da V. su pellizcón al calavera moderno; pues yo no puedo pasar aquel pícaro rey Enrique VIII de Inglaterra que luego que no le gustaba una esposa, la hacía torcer el pescuezo como si fuese una gallina! ¡Ay! ay! si se usase eso en estos bienaventurados tiempos, ¿adónde iríamos a parar?
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¿Nos muestra V. una madre que llora por el porvenir de sus hijos? ¿Qué se ha de hacer al dolor? ¿Y si es moda que los hijos no tengan padre? es preciso conformarse con los usos actuales; antes abandonados y vivos que desangrados en una tina de baño como aquel príncipe Carlos, hijo del tata Felipe II de España!
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¡Una bella pecadora que engaña un marido!… eso es muy usual; pero antes engañarlos que ahorcarlos con una liga de seda, como hizo Juana de Nápoles con el suyo.
Los amantes han sido moda de todos los tiempos; y de no, aquella picarona de Elena, que hizo matar tantos Troyanos.
¡Créame V., Sr. Lope del Rio; las pasiones a la Trovadora son peor que la fiebre amarilla; son la pendiente del suicidio!
DOLORES.
La Flor del Aire, Periódico literario ilustrado marzo 17 de 1864, Buenos Aires, N°3.