Media noche doce campanadas que ha dado lentamente el reloj de Cabildo, acaban de marcar la última hora del año de 1853!
Adiós tú, página fugitiva de la vida! Acabas de rodar en el abismo insondable del olvido, dejando apenas sobre la tierra vestigios pasajeros de tu existencia…; vestigios que no tardarán en desvanecerse entre el crepúsculo de la eterna noche de los tiempos!
Adiós pues, última hora del 53! Adiós tus esperanzas de ayer, tus promesas de mañana! Moriste: nadie piensa más en ti!
En medio de la noche silenciosa que nos circunda, todos los ojos esperan el nuevo día, todas las esperanzas del alma, como las aves de la primavera, abren sus alas y quieren volar al infinito! Pobre, 53! otro tanto hicieron por ti! ahora que pasaste, quién le dará una ojeada? Aquellos que sufrieron? tal vez: la desgracia es fiel en sus recuerdos! Los que gozaron? esos solo piensan con avidez en mañana. El corazón que goza es ingrato y egoísta: la humanidad es así, triste verdad!
Todos te han vuelto las espaldas! Como los herederos indiferentes de un rico avaro, la generación espera que echen sobre tu fosa la última palada de tierra, para extender sus brazos y saludar frenéticos ese nuevo arcano que los hombres llaman año, a quien dividieron en horas, días y meses! Eh! Hételo ahí.
El tiempo sentado en su eterno pedestal de los siglos, acaba de volver una página de la historia del destino humano! Quién pudiera leerla! Y para qué? Qué podrá ella contener que no contengan las otras páginas de la historia de los pueblos, de las pasiones de los hombres?
Qué es la vida? una transición perenne de la risa al llanto, del llanto a la risa, de la esperanza al desaliento, de las ilusiones al desencanto, del amor al olvido, del odio a la indiferencia… una tempestad constante de las pasiones, que sólo enmudece al borde de la tumba.
Una hora! Salve 1854! Seas tú propicio para mí, que te elegí por padrino en la difícil tarea que he emprendido. …
Que después de una ausencia de veinte años, al volver a mi país natal, encuentre lo que iría a conocer por vez primera.
El lar Patrio! Ese bienestar que sólo conozco por las descripciones de Lamartine, por los cantos del Child Harold de Byron… si así no fuese… si en vez de simpatías me volviesen indiferencia, si en vez de hermanos hallase enemigos, ¿qué haría?
Alzar el bordón del peregrino, e ir a buscar una Patria en alguna parte del mundo, donde la inteligencia de la mujer no sea un delito.
Donde su pensamiento no se considere un crimen; y donde la carrera literaria no sea clasificada de pretensiones ridículas.
Así pues, año de 54, llévame: ahí tienes mi mano, es la de un corazón leal y libre, que jamás fue indiferente a todo cuanto de noble y bueno puede haber. Año de 54, preséntame a mis compatriotas y diles que estoy dispuesta a consagrar mis esfuerzos y mi escasa inteligencia al bien general, en cambio solo pido un poco de simpatía.