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1844 - 1848

Como no logran asentarse en Montevideo, la familia decide regresar nuevamente a Río de Janeiro. Juana retoma las clases particulares de idiomas, escribe poemas y traduce obras teatrales del francés. Hay registro de una de ellas, la obra de teatro de Charles Desnoyer y Theodore Cognard, Le royaume des femmes, ou le monde à l’envers, de 1833. Se estrena en 1844 en el Teatro de São Pedro de Alcântara: O reinado das mulheres ou O mundo às avessas. Es posible que haya realizado otras traducciones de autores franceses, no era habitual el registro de los nombres de los traductores. -Cit. Elizabeth Ribeiro Azevedo-.

En el mismo teatro Alcântara, conoce al violinista y compositor portugués Francisco de Sá Noronha. Se enamoran y pocos meses después, se casan.

En un borrador inédito, descubierto por su primera biógrafa, María Velasco y Arias, Juana lo describe:

Solo, excéntrico y retirado algunos años en la Corte del imperio Brasileño, este joven ha trillado, a ejemplo de Paganini, su camino artístico sin guía o escuela, guiado por la fuerza de su sola inspiración y de su genio musical… Un año hace solamente que el señor Norhonha se ha lanzado en la arena donde ya fueron coronados los otros violinistas sus colegas y cada paso que ha dado se señala por un triunfo y por la tácita y general admiración que causan su originalidad y el atrevimiento de su ejecución y composiciones musicales. 

Es posible que, a través del amor entre Ernesto de Souza y la joven Gabriela, personajes de La familia del Comendador, Juana recree su propia historia.

El talento y personalidad del músico la cautivan, se dedica por completo a su esposo. Poco después, juntos emprenden una gira artística por el norte de Brasil.

Durante el viaje, sufre la  pérdida de un hijo. Años más tarde, en su novela La Familia del Comendador , hará referencia tanto a este niño como a la muerte de su padre:

Brasil, estás ligado a mi corazón y a mi pensamiento por un altar y dos tumbas!

A principio de 1846, con muchas ilusiones, el matrimonio emprende una gira artística por Estados Unidos. Llevan consigo cartas de recomendación y confían plenamente en que trinfarán.

El 29 de abril de 1846 el periódico New York Daily Tribune, publica en inglés una nota biográfica de Noronha  escrita por Juana, la admiración y devoción que siente por su esposo es infinita.

Los ingresos son escasos y los ahorros se desvanecen rápidamente. A duras penas logran organizar conciertos que despiertan interés. Reciben buenas críticas, pero no generan ganancias, sufren penurias y humillaciones.

Durante un concierto en Nueva York, Juana se ve forzada a suplir de improviso en el piano a los músicos que, ante la poca venta de entradas y no teniendo asegurado el pago, deciden abandonar el escenario. Noronha asume solo el concierto y pide a su esposa que lo acompañe. En el Manuscrito de la madre relata a su hija:

El público aprobó con un aplauso y N… presentándome la mano, me dijo: “Ven, acompáñame”. Sin comprender lo que él me decía, le di la mano y guiada sólo por el instinto del cariño que le profeso, subí al tablado donde estaba el piano, en medio de ruidosos aplausos! Pasábase en mi interior algo de tan extraño, de tan profundamente amargo, que no puedo descifrarlo! Sin preparación alguna, en medio de aquella crisis tan horrorosa para nosotros, en medio a un mundo extranjero y sin suficientes conocimientos músicos, yo no sé lo que hacía ni lo que tocaba!… y para colmo de conflicto, N… a pesar de su delicadeza natural, irritado como estaba, me decía mil palabras fuertes que hicieron bañar de lágrimas mis ojos porque él no consideraba el sacrificio que yo hacía y mi turbación natural en aquel caso y mucho más con la conciencia de mi poco saber musical!…

Margaret Fuller, periodista y activista por los derechos de la mujer, publica un artículo favorable sobre la actuación de la pareja. -Barry Velleman-Karina Belleti-.

En Filadelfia, Juana comienza a redactar su novela Misterios del Plata.

La fría acogida, la barrera del idioma y la vertiginosa vida mercantil generan en Juana un profundo rechazo hacia Estados Unidos, pero, fiel a su carácter indomable, no se deja vencer por las dificultades. Se relaciona con intelectuales y se adentra en las primeras corrientes feministas norteamericanas, analizando el lugar que ocupa la mujer en la sociedad, su creciente acceso al trabajo, a la libertad y a la prensa. Visita diversas instituciones, como escuelas para ciegos y sordomudos, la Casa de Refugio del Estado de Pensilvania y una penitenciaría, acercándose a distintas realidades educativas y sociales del país. Profundiza en las ideas abolicionistas, entra en  contacto con diversos movimientos que refuerzan aún más sus convicciones contra la esclavitud y el racismo. Observa cómo los abolicionistas no solo luchan por la liberación de los esclavos, sino también por la integración de los negros en la sociedad a través de la educación.

Estas ideas abren un abanico de reflexiones en Juana sobre las desigualdades que sufren las mujeres, las clases bajas y los pueblos oprimidos, y la hacen cuestionar las estructuras de poder que perpetúan estas injusticias.  La experiencia refuerza su deseo de defender no solo los derechos de los esclavizados y las mujeres, sino también de todas las personas que sufren opresión, lo que la lleva, más adelante, a profundizar su activismo en la denuncia de las injusticias sociales.

En el verano, Noronha viaja a Washington a probar mejor suerte, ella pasa sola cinco semanas en la ciudad veraniega Cap May. Juana, disfruta de la estadía. Su espíritu inquieto y curioso la lleva a explorar la idiosincrasia del país, descubriendo los matices de su cultura. Se vincula especialmente con las mujeres, con quienes comparte actividades y juegos, estableciendo lazos que enriquecen la  experiencia.

Sus observaciones y reflexiones del viaje quedan plasmadas en un diario dirigido a su hija Eulalia, el Manuscrito de la madre. Luego publicará artículos para diarios de Brasil y Argentina, en su periódico Álbum de Señoritas y en el Jornal Das SenhorasLos baños de Cap MayLa Casa Refugio del estado de PensilvanaAl cruzar la Equinoccial.

El 13 de octubre de 1846, en medio de la pobreza y la adversidad, nace su hija Eulalia. Juana, profundamente emocionada, le escribe:

Tu ajuar se compuso, recuérdalo siempre, hija mía, de cuatro camisitas viejas pero blanditas; doce cuadros de algodón para pañales y dos vestiditos con cuatro ombligueros. Nunca olvides esto; si eres pobre, para recordar que lo fuiste desde la cuna; si llegas a ser rica, para que trayendo a la memoria los sufrimientos de tu madre tengas lástima de los infelices y sacrifiques tu lujo a la caridad del pobre no envileciéndote los pasajeros bienes de la fortuna.

Compone la letra en verso para el oratorio Cristóbal Colón, con música de Noronha que se estrena en la Sociedad Alemana de Nueva York . En 1847 se edita en inglés.

Escribe Liliana Zucotti, una de las investigadoras pioneras más destacadas sobre Juana Manso:

La expectativa de aventuras exóticas en lejanos países, de interminables veladas entre artistas famosos o del goce de una vida consagrada a la música y la literatura se va desvaneciendo a lo largo de esos casi cinco años. La miseria los arrastra al exotismo inesperado de pensiones cada vez más lóbregas, interminables regateos con los dueños de hoteles y casas de empeño, un itinerario «humillante», marcado por cartas de recomendación, consejos extravagantes y un aislamiento creciente. Los conciertos de Noronha despiertan interés y aplausos pero el dinero se esfuma entre los gastos de publicidad, el contrato de músicos y el pago de comisiones.
Sobre pequeños cuadernos ahora, encerrada en cuartos oscuros y opresivos, la joven esposa registra los ambiguos y dramáticos «recuerdos de viaje» que rodean su primer embarazo. Eulalia, su hija, es señalada como la destinataria de esa escritura obsesiva, que recuenta dinero, se resiente ante pequeñas estafas, promesas incumplidas y con contenida discreción comienza a esbozar su desilusión ante el maltrato de su marido.

Desalentados por las adversidades, embarcan hacia La Habana a bordo del buque mercante Elizabeth. En 1847, llegan a Cuba, donde son amablemente acogidos. La lengua melodiosa y la hospitalidad de los habitantes de la isla los conmueven. Juana se enamora de su música y  baile:

Es música ya arrebatadora y festiva, ya voluptuosa y ardiente, ya triste como un primer amor malogrado, ya llena de las lágrimas de la pasión, ya risueña como la esperanza que nos halaga el corazón en la primera juventud.

Escribe en Recuerdos de Cuba, que luego publicará en Prensa de Rio Grande en 1849 y en La Ilustración Argentina en 1853.

…La Isla de Cuba sujeta al dominio español, gobernada por el más absoluto y adusto despotismo militar, abriga empero gérmenes generosos en el seno de su sociedad y existen teorías de su civilización que allí son verdades recibidas y de uso establecido. Con tales antecedentes nuestros lectores no deben admirarse que personas de posición, señoras de la alta aristocracia de aquellos lugares sean las primeras en cooperar y ayudar a un artista con sus talentos, presentándose en el teatro público a cantar. Y esa protección es dispensada con tanta gracia y amabilidad que no es posible olvidar el obsequio.   

Entabla amistad con la condesa de O’Reilly, a quien dedica su obra de teatro El huérfano, como muestra de gratitud y reconocimiento.

Años después, el vínculo de Juana con la isla cobra nueva vida cuando Emilia Casanova, reconocida heroína de la independencia cubana, le envía una carta solicitando su apoyo en la causa por la libertad de Cuba. Juana, siempre fiel a sus principios de emancipación y justicia, responde con contundencia desde las páginas de La Americana Ilustrada.

Noronha ofrece con éxito conciertos que le permiten cosechar aplausos y generar ingresos, lo que alivia la situación económica de la familia y renueva su ánimo y alegría.

La tranquilidad se ve interrumpida cuando su hija Eulalia enferma gravemente, afortunadamente, la pequeña logra recuperarse. En marzo de 1848, nace Herminia, su segunda hija, su nacimiento no solo renueva las ilusiones de Juana, sino que simboliza su capacidad para superar los obstáculos.

Impulsados ​​por la necesidad de encontrar estabilidad y un nuevo comienzo, deciden regresar a Brasil. Emprenden el viaje de retorno pasando primero por Estados Unidos, desde donde, a finales de 1848, abordan una fragata americana con destino a Río de Janeiro. Juana lo refiere en su artículo Al cruzar la equinoccial, y también en Las Consolaciones cuando indica la presencia de sus dos hijas en un hotel de Estados Unidos.