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Sobre Escuelas, Juana Manso, 1867. La Tribuna

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Aprovechando la oportunidad de que la Tribu­na declare en su parte editorial del número 3973 un punto de estudio la cuestion escuelas; vengo como siempre á estudiar con mis amigos tan importante materia, felicitándolos cordialmente de propagar la idea de la educacion, lo que mu­cho honor hace por cierto á sus redactores.

No estoy yo como se me supone desencantada en esta materia como en todas las que se rela­cionan con el progreso humano, es peligroso ali­mentarse de ilusiones. En contacto con el De­partamento de Escuelas hace 8 años, estoy ente­rada á fondo de hechos y de cosas que otros ig­noran. No soy misántropa ni fatalista; si el cua­dro que tracé de la educación del pueblo, es oscuro tiene el mérito de ser copiado del original, con atenuacion de sombras.

Las borrascas políticas que vienen sacudiendo la existencia social de los Argentinos, originán­dose precisamente de la ignorancia de las mazas, han sido á la vez la rémora de su progreso; pero que hayamos entrado en una época de progreso visible, es muy cuestionable. Sobre todo, no nos anticipemos á los sucesos; las palabras mas ó menos sonoras nada son y nada valen: soy mas positiviste, quiero hechos, y cuando estos se pro­duzcan, diré que la atención de los gobiernos se ha vuelto seriamente hacia la educacion del pue­blo, hasta entonces, es inútil cantar victoria.

Ahora tocamos una cuestión peliaguda.

La Tribuna sienta como hecho constatado, que, “las generaciones que se han educado des­pues de Caseros, han mostrado que en las aulas bebieron junto con la instruccion que desarrolla la inteligencia la educacion del alma que consti­tuye á los ciudadanos de un pueblo libre.”

Mas adelante agrega:

“… pero vamos, si, á la ciudad que hoy sirve de capital á la República y encontraremos a una juventud entusiasta perfectamente poseida de lo que importan los derechos y las obligaciones del ciudadano, al par que vemos á otros fe­cundos en instruccion, prepararse para la tribu­na con aplauso, [anticipado?]

“Esto prueba que la educacion del pueblo, ha sido buena y no como dice la señora Manso, no está comenzada.”

Hasta aquí la Tribuna.

Existe entre nosotros una equivocacion fatal y que no curarán palabras, sino la disciplina de los hechos; para nosotros el pueblo, es la parte mínima de la sociedad, los decentes por su for­tuna ó por sus antecedentes de familia; este es el pueblo que goza de la soberanía: el resto son las masas, la plebe, la canalla.

Cuando yo hablo de educacion, no me refiero a la juventud escogida que se instruye en los Colegios particulares y cursa después las aulas en la Universidad; yo me refiero al pueblo como lo concibo y lo difiere el derecho: la totalidad de los habitantes de un país.

Esta contestación solo podrá darla la estadís­tica y nosotros no la llevamos.

En materias científicas, las declamaciones no son demostraciones; después de Caseros, ni hemos construido escuelas que merezcan ese nombre salvo la Catedral al Norte, ni tenemos maestros capaces de educar á la juventud, ni aparatos correspondientes, ni libros propios para ese fin, como se ha producido entonces el mila­gro?                                                                                          ‘

Nosotros somos un pueblo libre. Y que signi­fican esos vigilantes de Policia, sableando á quien se les antoja.

Que progresos hemos hecho en administración cuando cada Juez de Paz de Campaña es un Dictador?                                                                                          .

Que derechos ejerce un pueblo que deserta los comicios públicos, y que deberes llena una juventud que elevada á la Legislatura ni flajelándola públicamente quiere asistir á las sesio­nes?

Y que importaria ni que importa entre torren­tes de bárbaros ese núcleo ilustrado de la ciu­dad de Buenos Aires? Sabe lo que importa? Es la demostración lógica de la oligarquía que nos devora y nos arrastra fatalmente en la pendiente mortal de revoluciones sucesivas! Eso importa!

El monopolio de una provincia sobre la Na­ción; la superioridad de unos pocos, sobre la inferioridad de los mas; esa es la llaga que está carcomiendo los dogmas de la revolución que subsiguió á los sucesos de Mayo de 1810. Bue­nos Aires, es la Metrópoli, los criollos ricos, el poder colonial, los criollos pobres la presa del monopolio administrativo!

 El gobierno hereditario, no de una, raza, pero si de varias familias, porque la casi totalidad de los argentinos, no tienen ni educación, pero ni á lo menos un palmo de tierra de su propiedad en el suelo en que han nacido, mientras el pa­drón feudal de la propiedad territorial se conserva incrustada sin alteración, porque respeta­mos las donaciones anteriores del Rey de Espa­ña, mientras derribabamos su dominio.       

La educación dada después de Caseros, ha si­do buena? En qué sentido? En habilitar el ma­yor número siquiera de los habitantes de esta provincia? A ver las cifras que lo comprueban? Con qué recursos contamos para haber hecho esa transformación?

Este es el sistema que nos ha perdido, cerrar los ojos sobre los males y declamar!

El Gobierno no elije los maestros, ha delegado ese poder en el Gefe del Departamento, este es el que tiene el poder de nombrar y de a destituir sin que un prévio reglamento, garanta los derechos del maestro que no viene á ser otra que un asalariado bajo la vigilancia de un capataz al que tiene que adular para conservar el pan.

La posición del maestro no es solo humilde aun por su escaso saber, sino humillante porque le falta la base del pundonor, aquella her­mosa independencia personal que sirve de pe­destal á la dignidad humana, la resolución de abandonarlo todo, antes que dejarse poner el pié en el pescuezo. Un maestro tiene por misión formar hombres, si él mismo no lo es como llenará ese impor­tante cometido? tiene que ser perfectamente li­bre, digno, y considerado, por la sencilla razón que nadie dá lo que no posee y las virtudes no se inoculan sino por la virtud misma.

Viniendo al otro punto de la cuestión, la ma­nera de proceder, también tenemos que desen­marañar otra madeja y destruir otro error.

Nosotros llamamos acción oficial á la acción personal del Poder Ejecutivo, porque no tene­mos Gobierno propiamente hablando; y no tene­mos Gobierno porque no tenemos pueblo, y el círculo que se abroga ese nombre, es hermano carnal de los gabinetes, porque son su obra, de manera que todo se queda en casa. La Lejislatura adolece del mismo defecto radical; ni viene del pueblo, ni es elejida por él.

La acción oficial no es mas que la ejecución las leyes, por los encargados de ponerlos en vijencia, toda ley que no tiene por base de apoyo la opinión, es letra muerta; pero sobre educación nosotros no tenemos leyes sino acción personal de los altos magistrados y de los empleados secundarios sobre la cosa pública: la primera y mas urgente necesidad es la reglamentación determinando rentas, y delineando las atribuciones de los empleados en la administración del ramo.

Los ensayos de Rivadavia, los de Sarmiento ultimamente son lecciones esplícitas de lo que vale la acción personal.

Rivadavia instituyó escuelas gratuitas para el pueblo: vino Rosas y no halló estorbos para su­primirlas; si hubiesen existido, fondo inamovible inviolable, rentas propias para la educación ra­dicadas en el impuesto directo, qué habría he­cho Rosas?

Si la ley de 31 de agosto de 1858, sobre los bienes de Rosas, y renta de tierras públicas para edificios de escuelas, hubiese, llevado el apéndice de inviolable el gobierno del Sr. Saavedra habría invertido ese dinero en otros objetos ajenos á su propósito? no. Si se hubiese elaborado una ley sobre escuelas parroquiales, habrían desaparecido las dos que planteó Sarmiento? No.

Si el actual gobernador prolonga la acción individual en la administración, sino provee al fondo y renta apropiados á la escuela, sino regla­menta las atribuciones de los empleados, todo quedará en el aire como antes, y espuesto á que otro venga en pós de él derribe su obra, por que entre nosotros no existe la continuidad ad­ministrativa, sino que cada uno trata de exhi­bir su personalidad, y el orijen de ese mal es como lo dejo dicho que no tenemos gobierno en la práctica, aun cuando la parte culta de la po­blación conozca los principios de gobierno y los principios del derecho; pero en llegando a la rea­lidad, la cosa cambia de aspecto y las mafias coloniales, las tradiciones añejas, toman su puesto.

Tengamos pues, hoy escuelas, pero sino aprendemos nada con las lecciones de la historia, mañana volveremos á la penuria. La obra de la educación es muy lenta, muy laboriosa, una sola administración no puede hacerlo todo, ni una so­la generación terminar la obra; nuestra educa­ción pública tal como está hoy es un edificio sin cimientos; abrir esos cimientos no solo es urjente, sino es la verdadera obra á comenzar.

El alejamiento del éxito que preveemos, es por­que habituados á la parcimonia, á la mezquindad, en este asunto, no concebimos la improvisación, gastar cincuenta millones en un año y plantear con arrojo un vasto y sólido sistema de educa­ción; ya se ve que á paso de buey y contando los reales, no llegaremos jamas al fin de la jor­nada, y lo poco que se haga hoy, lo destruirá mañana la montonera.

La hidra es menester matarla de un golpe; dar un salto de cien años, romper de un tirón las ligaduras de la Edad Media que nos atan los pulsos, y trasplantar el progreso con la po­blación, las escuelas, y la viabilidad á nuestro suelo.

Es preciso romper de frente con el error y la superticion, y por ejemplo cuando nos azote una epidemia, en vez de hacer novenas, revelar las leyes de la higiene al pueblo que son el ver­dadero preservativo, y lo único capaz de dismi­nuir el mal é ilustrar la mente pública; lo demas es perpetuar los errores, la ignorancia y repre­sentar un papel muy triste ante el progreso de las ciencias naturales.

Todavía tenemos otro punto que esclarecer en pró de la idea republicana.

Dice La Tribuna:                                                                                                                      

“Asi decimos nosotros á la Sra. Manso, es necesario tener hoy escuelas sostenidas por el Estado, trabajando porque mañana las sostenga la acción popular.» Quién es el estado en la mente de la Tribuna? El gobierno? Pero admitir esto, es sancionar la doctrina de Luis XIV en la República: el Estado soy yo! El Estado es el pueblo —con su dinero ¡se hacen los gastos de la administración. Aquí está la monstruosidad visible, el pueblo paga y no actúa. El Estado delega en el Ejecutivo el deber intrasmisible del padre, y esa delegación es hecha sin conciencia del hecho.

La Constitución declara la educacion gratuita sostenida por el Estado. Esto que nos parece tan hermoso, es un absurdo espantoso. La edu­cación gratuita es una paradoja, es el propio pueblo el que la paga con su dinero. El la sos­tiene, él es el Estado.

La acción popular no se produce porque ella no es fruta espontánea; es preciso organizarla por la ley, distribuyendo cargos públicos á los ciudadanos. Ahí está como una prueba eviden­te, el propio código de Escuelas Comunes de Pensilvania que vienen publicando los Anales, y todos los códigos americanos.

Por qué se detallan los deberes, las penas y las multas en casos determinados?

Porque aquellas Lejislaturas encontraron resistencias, indiferencia, dejadez y todos los ma­les de que sufrimos nosotros.

Las escuelas se sostienen con las rentas, que todos contribuimos á formar, pero como esas rentas ni son directas ni determinadas por ley, en proporción del aumento siempre creciente de población, la esfera de acción es también res­tricta é ineficaz.

Vea pues mi apreciable colega que aun nues­tra educación pólitica está atrasada, puesto que no distinguimos el Estado de su representante convencional.

Estendiéndome en la materia, sobre escuelas ambulantes, apesar de recibir los primeros pe­riódicos de Educación de los Estados Unidos, no encuentro rastro de ellas; á fines del siglo pasa­do y principios de este, recorrían la unión, maes­tros ambulantes, lo que varia de especie, por que viajar largas distancias con un tren de Es­cuelas á cuestas, no solo es dispendioso sino di­ficil. No sé lo que se hará en Australia pero no lo considero un modelo apropiado.

Decir, no esperemos á crear rentas para hacer escuelas, es querer comprar casa antes de reunir capital con que adquirirla.

Hoy veo en la “Tribuna” Escuelas en las Pam­pas y los pampas de nuestra ciudad quien los educa? No, no es desencanto, desesperar del por­venir de Sud América; no me refiero solamente ni á la República Argentina ni á la Provincia de Buenos Aires. Es el mismo carácter petulante por todas partes; el mismo genio díscolo, la mis­ma doblés, idéntica perfidia, el mismo dominio absoluto de las pasiones bastardas! Somos mas Españoles que la España. Cuantas revoluciones y cuantos siglos habrán sacudido la América, antes que sus pueblos entren en la vida prácti­ca de la civilización.

Juana Manso.

La Tribuna, 9 de mayo 1867, N° 3983

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