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Sarmiento/Juana Manso, 1866

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Sarmiento no ocupa hoy, y acaso no llegará jamás a ocupar el puesto a que la Providencia lo destinaba en su patria, para guiarla a la felicidad y a la riqueza, como Βelgrano; ¡la energía de su alma incontrastable, se ha sentido quebrantar más de una vez en este combate a muerte de la sabiduría contra el egoísmo y la barbarie!

Como Rivadavia, sino proscripto, y arrastrando la vida entre las sombras de la miseria, pero lejos del suelo que lo vio nacer pasando por el horrible tormento de comparar la ajena prosperidad con la desnudez de la patria ausente, como Rivadavia decimos, ¡tal vez deje de existir sobre el suelo extranjero! Νo lo permita Dios, si los argentinos no saben comprenderlo y elevarlo a la primera dignidad de la magistratura como su genio y su patriotismo lo merecen, que Dios le de resignación para conformarse con el atraso de la patria y la ingratitud de los hombres.

Llámese a Sarmiento al seno de la patria, de la patria que lo necesita, nómbresele superintendente general de Escuelas de la República Argentina con poderes amplios y dinero en abundancia para erigir el monumento de nuestro honor, abriendo las fuentes inagotables de la riqueza y del poder que elevarán la República Argentina sobre todos los pueblos de la América del Sud. Que venga Sarmiento a crear la ley, la costumbre, el sistema, a fundir el molde en que vaciadas una a una las generaciones del porvenir, haga de nuestra patria un edén, un asilo al proscripto y el paladín de la libertad universal. ¿Por qué dejamos ese hombre de genio gastarse en la inacción? ¿Por qué no aprovechamos para el bien de la patria la energía de su poderosa voluntad, su vasta ilustración, su amor profundo a la humanidad? ¿Por qué estamos haciendo con él, lo que la barbarie y la Federación, hicieron con el genio de Rivadavia, y con el poeta épico del Plata, con Juan Cruz Varela muerto de nostalgia y devorado por la fiebre de su estro, esterilizado, en el destierro? La misión del genio es pensar, sentir y crear, cada hombre nacido para operar el bien sobre la tierra y atado a la roca de la inacción, luchando con la desesperación como Prometeo, es un sacrificio inútil para la humanidad cuya falta recae como una maldición de Dios sobre la frente de los pueblos ingratos. El haber arrojado a Rivadavia del gobierno el año 26 nos ha costado 20 años de martirio y de tiranía: ¿qué nos costará dentro unos años más redimir a Sarmiento a la impotencia? ¡Tenerlo como el Tántalo viendo el agua sin poder llevar a sus labios sedientos una sola gota!

Ese hombre que ve prácticamente como se labra la felicidad de un país, y que recuerda el suyo pobre, y desgraciado, que sabe cómo curarlo y no puede, debe sufrir tormentos atroces, como sufrió Rivadavia devorando en su corazón de gigante aquel dolor sin nombre que debió extinguirse solo con su vida. ¡Oh no hagamos lo mismo con Sarmiento!

Es el solo hombre que en toda la extensión de Sud América posee, el secreto de hacer efectiva la prosperidad que nos prometen nuestras instituciones libres.

Entre 25 millones de habitantes, que tiene esta América, Sarmiento es la lumbrera destinada a reflejar su luz en el espacio de los siglos; no nos engañemos, no es un literato, no es un estadista, es un Representante de la humanidad el que tenemos en él; llamémoslo a la patria y confiemos a sus hábiles manos el timón de la nave; que él nos llevará al puerto de la felicidad.

Juana Manso.

Anales de la Educación Común, Vol. IV,1866.

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