Del Álbum de Señoritas .Tomo I. Nº 2. Buenos Aires, 8 de Enero de 1854.
«Como dijimos en nuestro número anterior, en momentos tan solemnes como los de la época actual, en que después del caos, de la guerra y de la tiranía, se trata de organizar la sociedad, de dar una forma a nuestro gobierno, que muestre a las otras naciones—que Anarquía es una cosa y República es otra; y en fin presentarnos a la faz del mundo, dignos de la herencia gloriosa que nos legó la revolución de Mayo. Uno de los trabajos más importantes y de más trascendencia para lo futuro es la organización de las escuelas, es la educación del pueblo.
La Sociedad de Beneficencia, siempre tan digna y consecuente a sus antecedentes, se ocupa de la organización de las escuelas; con todo su marcha es lenta; porque los recursos son escasos, muchas y muy graves son a la verdad las atenciones del gobierno, pero creemos que la educación no debe ser de las últimas necesidades a que se provea.
Una triste experiencia tenemos, de cuanto es importante, derramar la ilustración en las masas, si hubiese sido ese el primer paso después de Mayo de 1810, y si se hubiese roto de lleno con las tradiciones del pasado, para emancipar la razón como se habían emancipado los hombres, tal vez que ni tanta sangre habría empapado esta tierra, ni tantas lágrimas habrían corrido!
Los hombres que presidieron a la emancipación política de los Estados Unidos, dijeron,-queremos hacer de estos hombres un pueblo sobrio, religioso e industrial. Entonces consecuentes con su pensamiento, combinaron las bases que eran necesarias para obtener el resultado a que se proponían llegar, y sentadas esas bases, fueron los cimientos seguros sobre los que levantaron el monumento eterno de civilización y de prosperidad de su país. Educaron el pueblo como un solo hombre, y a la perfecta solidez de la base debieron la unidad perfecta del resultado. Tan importante se considera la educación en los Estados Unidos, que todo distrito de mil habitantes posee tres escuelas, en toda nueva población que se intenta, los primeros cimientos que se abren son los de la iglesia y los de las escuelas.
He ahí lo que nosotros deseábamos para nuestra patria! Más actividad en la organización de las escuelas y convencernos de una verdad innegable, que, para conseguir el fin de prosperidad y civilización a que tiende la educación popular, es necesario en la época presente, marchar de frente, romper con las tradiciones del pasado, porque las creencias de ayer, no son las de hoy y mucho menos pueden ser las de mañana. La juventud que se educa hoy con los principios de ayer, dentro de diez años, al acabar su educación, se encontrará medio siglo atrasada de su época.
Queremos consolidar nuestras instituciones, queremos riqueza, paz y prosperidad, pues eduquemos el pueblo.
Fijemos las bases de esa educación, pasen ellas a ser una ley a la cual deben sujetarse todos aquellos que abren establecimientos de educación, porque el extranjero que venga a fijarse entre nosotros, no tiene obligación o capacidad, para medir ni comprender nuestras necesidades, por eso al gobierno toca darlas, a él toca proveer a la falta de libros de instrucción, llamando en concurso las inteligencias del país. Un premio, una honra, un pedazo de papel, son suficientes estimulantes a la nobleza. Hemos buscado con interés los libros de la instrucción primaria; cual ha sido nuestro asombro y nuestro desconsuelo al ver «El Catón,» (que no sabemos por qué se llama cristiano) «Las Obligaciones del Hombre, el Catecismo, de lo que mal a propósito llaman «Doctrina Cristiana» y nada mas!
No es con esos libros que iremos adelante ni que podremos educar nuestra juventud. Esos son libros que pueden haber sido escritos con la mejor intención, pero que contienen absurdos espantosos, nociones erradas, y revelaciones inmorales, innecesarias y perjudiciales.
En 1844 emitimos esta misma opinión al señor general D. Melchor Pacheco y Obes, cuando ministro de la guerra en Montevideo, y tuvimos el gusto de oír su aprobación; empezamos también a escribir unas tablas de lectura, y el mismo señor Pacheco y Obes nos facilitó la imprenta del gobierno para imprimirse gratis. El general Pacheco, que comprendía la utilidad de una tendencia en la educación, y 1a necesidad de bases sólidas, extendía esa importancia a la educación de la mujer, que por su destino de madre, tiene una influencia tan directa e importante en la familia, cuando ilustrada y penetrada de la augusta y honrosa misión que le destinó la Providencia.
Serán pues suficientes a iniciarlas en el conocimiento de ese papel importante, la lectura de esos libros rancios y ajenos de las tendencias civilizadoras? ….
Esto es para la mujer, a quien se juzga ajena al movimiento civilizador, e inútil como entidad inteligente en la humanidad, lo que diremos pues del hombre? …. que va a la escuela a leer, escribir, contar y que aprende la doctrina, o más propiamente lo que quieren que sea doctrina cristiana que lejos de ser la doctrina de Cristo, es un absurdo completo? … Qué diremos de esos hombres, de esos niños entregados a un materialismo semejante?
De qué le puede servir para el desenvolvimiento de su inteligencia, y para la perfección de sus facultades morales, ese montón de palabras que se le hacen aprender de memoria? Entendemos que la primera piedra del edificio social es la religión, pero la religión no la reducimos nosotros al culto exterior; ni la colocamos en el círculo estrecho del materialismo.»La idea de Dios es demasiado abstracta para que pueda ser comprendida por organizaciones infantiles, la idea filosófica pues, en toda su esplendente magnitud no puede dárseles a los niños, pero creemos que hay lecturas fáciles, donde puede combinarse la grandeza de la idea y la simplicidad, de las formas.
La educación tiene el destino de la mayor parte de las grandes teorías cuya tendencia es la perfección moral e intelectual de la humanidad; está reducida a una voz que se pronuncia sin valorar y sin comprender toda su importancia.
No es bastante educar la inteligencia, o mejor dicho ilustrarla, es necesario educar el alma, explotar todos los gérmenes de bien y de mal que existen en el corazón, para por medio de una instrucción inteligente y verdaderamente moral, desenvolver los buenos y extirpar los malos.
Inútil es decir a los hombres: sois libres sino se les enseña a serlo.
Es desde los tempranos días de la niñez, que se debe inspirar el amor a la justicia, el respeto de sí mismo, la susceptibilidad de la conciencia que no permite transigir con los deberes. El conocimiento exacto y práctico de esos mismos deberes, para que llegue un día en que no sea necesario simbolizar la ley con la bayoneta, en que los soldados tengan por única misión guarnecer nuestras fronteras de los indígenas, en que el ciudadano sea el mejor defensor del orden, respetando las instituciones por su sola fuerza moral; a ese resultado solo se llega educando el pueblo. Y para educarlo es necesario:
1.° Fijar las bases de la educación en general.
2.° Ser esas bases conformes con las teorías de la civilización y del progreso constante de la inteligencia.
3.° Tener en vista que el hombre hecho no se morigera después que ha crecido en la ignorancia y en el error.
4.° Poseer libros de enseñanza elemental cuyo espíritu religioso no esté reducido a decirnos: Los sentidos corporales son cinco. Los mandamientos de la Santa Madre Iglesia son cinco, etc., etc.
5.° Escribir reglamentos interiores, que sean la carta constitucional de las escuelas, -cuyo espíritu es no solo substraer los establecimientos a la arbitrariedad de los profesores, sino iniciar en los educandos la idea de la fuerza moral, de las instituciones sociales, y el respeto a la ley.
6.° Hacer resaltar en esos reglamentos el beneficio del bien y la vergüenza y oprobio del mal, por medio de los premios diarios y extraordinarios y de los castigos puramente morales.
Volveremos más sobre este punto y dedicaremos otro capítulo al examen de las bases que hoy damos en compendio, así como escribiremos sobre los libros de enseñanza primaria, métodos y demás que concierne a la educación.
Tenemos el convencimiento de que todas las reformas parciales, que no sean la educación, como que solo entienden con la epidermis del cuerpo social, son como esos paliativos que dejan en pie el mal, esos mejoramientos materiales son el velo de oropel entendido sobre el cáncer roedor. La civilización como el mundo tiene, dos horizontes; el uno visible y falso, el otro invisible pero verdadero e inmenso.
No trabajamos para el presente sino para el porvenir. Y para conseguir del porvenir, es al espíritu del cristianismo a quien pediremos su luz; y creemos que la práctica de sus teorías divinas nos llevarán a la cumbre de la felicidad y de la civilización.»
Juana Manso