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Mesas giratorias, Juana Manso, Álbum de Señoritas, 1854

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Las mesas giratorias, las mesas parlantes, los anillos adivinos, los patacones que se pegan sin clavos a las puertas, las llaves que saltan, etc., etc., todas estas cosas que tienen el cuño de lo maravilloso y
extraordinario, hace algunos meses que tiene en delirio la sociedad europea.

En París, en Londres, no se habla de otra cosa, no se hace otra cosa en las reuniones, que hacer girar las mesas, los sombreros, etc., etc. El Papa con toda su gravedad ha presidido en Roma lo que los
ingleses llaman Moving y Tables.

Nosotros los del nuevo mundo que nunca queremos quedar atrás del viejo mundo, también hemos mordido la izca, y hace poco tiempo aunque en Río Janeiro se decía:
«Hoy he preguntado a mi mesa si habrá alguna cosa de importante para mi, y me ha contestado afirmativamente.» Etc., etc.

Errada es la suposición que atribuye estos aparentes milagros al magnetismo; el fluido vital, el fluido magnético, eléctrico, no tiene acción sobre las cosas inanimadas, sino en relación con las personas.
Un objeto magnetizado puede provocare a un sujeto que haya sido magnetizado el sueño artificial, o magnético, siempre que el magnetizador sea aquel a quien se haya sometido por medio de la
misma magnetización.

El efecto de las mesas giratorias tiene su causa en un simple fenómeno de electricidad, que se desenvuelve por el contacto de los diferentes fluidos que forman en torno una atmósfera cuyos gases, tan diferentes unos de otros, deben por eso mismo producir un estimulante eléctrico que ejerza su acción sobre la madera
u otro cualquier objeto. El anillo y la llave son movidos también por la electricidad, y en cuanto al patacón, todo su secreto, es la compresión natural del aire, entre el peso y la puerta.

Los fenómenos del magnetismo son harto extraordinarios, pero no deben equivocarse con los de la electricidad, que también no son menos interesantes, con todo que creemos, que de todos los arcanos de
la ciencia metafísica sea el magnetismo animal, el más omnipotente de todos. Hemos visto experiencias tan sobre naturales, tan fuera de todo cuanto la mente humana puede explicar, que no sabríamos cómo
reproducirlos en su carácter de hechos y que no se les tachase de apócrifos. Desearíamos ver nuestros médicos dedicarse a un estudio profundo del magnetismo como el agente más poderoso de la
medicina, de ese caos inmenso donde se camina a tientas, y que se desdeñan de iluminar diciendo: Non plus ultra.
Hablando de la electricidad Carlos Lafontaine cuenta haber visto una niña a cuya proximidad caían los muebles de la sala, sillas, mesas, todo lo movía, en la cocina rodaban los tachos y las cacerolas, otros muchos
fenómenos de esa especie relatan otros autores.

Juana Manso (Álbum de Señoritas)

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