Este número de nuestro periódico, antes que Anales de la Educacion, debería denominarse Anales de la Epidemia, que azota con sus uñas de hierro la triste ciudad cuyo nombre de Buenos Aires tanto contrasta con su estado actual.
Hacen tres meses que la muerte reina soberana sobre esta poblacion, y un mes hace que la vida intelectual cesó con el curso de escuelas y colegios, cerrados y desiertos. La desolacion como una sombra glacial se desliza sobre la juventud; aquí la arroja temprano á la fosa comun; allí la deja huérfana y dolorida, arrebatándole parientes y amigos. En toda la provincia le ha cerrado la rutinera escuela, dejando los niños inertes, contemplar los estragos de la inexorable epidemia que nivela todos los rangos sociales!
Los millones que se han negado á la cultura intelectual del pueblo, se han gastado hoy en enterrarlo! El secreto de las epidemias escapa á la mente del pensador y en vano seria querer señalarlo con precision matemática, pero puede decirse sin exajeracion, que la ignorancia agrava el mal, asi como la inteligencia lo combate y minora. La ilustracion trae de suyo el conocimiento de la higiene y de la fisiología, de las leyes naturales y la manera, ya de obedecer esas leyes, ya de precaverse de los resultados de la infraccion.
En esta epidemia es donde mas en descubierto se ha presentado la ignorancia del pueblo y aun de las autoridades. Si fuésemos á pasar en revista todas las medidas llamadas higiénicas, no encontrariamos una sola que mereciese tal nombre; ni aun una larguísima constitucion de la Junta de Higiene dividida en innumerables artículos y dirigida al público. Al público que no sabe leer en su casi totalidad! Tiempo mal gastado señores Doctores, si ese público es capaz de deletrear, no lo es de raciocinar, ni menos de comprender lo que lee. No está educado, no sabe lo que le dicen, deslie los ungüentos y los hace beber; mientras frota con los vomitivos !
Puede decirse, que esta ciudad ha pagado el pecado de la ignorancia con su vida, y acaso con su porvenir, porque ha llegado el dia en que las cartas están jugadas; ó se pone esta ciudad en el estado higiénico de las grandes poblaciones ó decrece su importancia comercial, y otros centros le disputarán la supremacia de que gozó hasta aquí. Una sola medida racional se ha dictado hasta hoy : blanquear la ciudad, y esa no se ha llevado á cabo en la generalidad.
No deja de ser curioso que la Municipalidad oficial de que gozamos, se haya ensañado contra las inmunidades del hogar primero, y despues contra los desgraciados cadáveres, infligiéndoles el castigo de ser sepultados en una sola localidad, entre un barrial infectado, que para ser lógicos deberian denominar, no el Cementerio del Sud, sinó el Cementerio de la Fiebre Amarilla; puesto que solo epidémicos se han enterrado allí. A la verdad que no podemos comprender donde está la razon del derecho, que autoriza á establecer un Lazareto en una parroquia que el flajelo no había invadido, mientras tanto que como un timbre de oprobio, se violenta la voluntad de los deudos que preferirian llevar los restos de los suyos á sus sepulcros de familia! Y sin embargo el Cementerio del Norte tambien está en la parroquia del Pilar, donde el Lazareto para las mujeres.
Y no es que el barrio de la Piedad se halle exento del flagelo, el motivo de denegar á los protestantes el entierro de sus muertos en el cementerio de su propiedad, sinó una abundancia de estúpida tiranía por parte de la Municipalidad Oficial. Pero es tan absurda la disposicion de un solo cementerio para los epidémicos, que al simple sentido comun está patente que la aglomeracion de tantos cadáveres epidémicos en un mismo local, es la creacion de un foco para la entrante primavera, malogrando la cal ordenada para la pronta evaporacion de los gases químicos.
Que se hubiesen creado mas cementerios, y léjos de la ciudad, en buena hora, pero déjese á cada cual, la libertad de enterrar sus muer tos al Sud, al Norte, ó al Oeste. El oficialismo nos asfixia en esta ciudad.
Municipalidad,
Religion,
Medicina,
Educacion,
Beneficencia, todo es oficial, todo está centralizado como en el mas acabado despotismo oriental.
¿Y en tal estado de cosas, cómo estrañar que la accion individual este muerta? ¿Cómo estrañar esa estupidez que deja morir y muere porque no tiene voluntad para luchar, ni aun para quejarse ! Es que somos gobernados por demás, es que el gobierno se inmiscua de todo, todo lo ordena y penetra en la conciencia por la religion del Estado, en el hogar por la ordenanza municipal que manda la traslacion del enfermo al Lazareto, sin consideracion al sexo ni de la edad. En la salud y su preservacion, por la Junta de Higiene, en la educacion porque él maneja el dinero; y crea la miseria con la beneficencia, socorriendo al pueblo con su propio dinero.
Los elementos de que se compone esta ciudad son vetustos, retrógrados y la fiebre amarilla los disuelve porque el vino es nuevo y los odres que lo contienen son viejos, y así los muertos entierran á sus muertos !!!
Es una sociedad que se desmorona á pedazos, y que es urgente reconstruir sobre bases de vida que es el movimiento, la accion, el gobierno propio. Espectadores silenciosos del horrendo drama de la epidemia, hemos esperado en vano la palabra de la ciencia, como la elucubracion del pensamiento. Nada.
La Medicina ha seguido la rutina.
El pensamiento ha permanecido mudo, y la prensa que es su intérprete natural, apenas ha aumentado el alarma de los débiles.
La muerte y solo la muerte se cierne sobre esta desgraciada ciudad!
En la imposibilidad de precisar el miasma deletéreo, el blanco de la dificultad, ó la incógnita á despejar, era minorar la mortalidad por un tratamiento apropiado; y esa era la obra de la ciencia. Pero como lo hemos dicho, la ciencia ha continuado su rutina y la hecatombe ha sido universal.
Y lo peor es que no podemos abrigar una esperanza racional de mejores dias: pasado el peligro, todo volverá á su estado anterior. El centralismo absorviendo la accion individual; la ignorancia degenerando la especie; el desaseo envenenando el aire; y así de lo demás.
La fiebre amarilla climatérica en lo pasado, se ha estendido hoy sobre todo el Continente Meridional desde las costas de Méjico y la Isla de Cuba. Es un problema para la ciencia.
Tambien el Cólera desde el Asia remota, ha traspuesto el ancho océano y diezma estas regiones junto con la guerra civil endémica de nuestra clase de gobiernos. A la verdad que el espíritu más bien templado se doblega en el cúmulo de tristes pensamientos que lo asaltan, ante una série de calamidades, cuyo término no se divisa; y que amenaza despoblar un Continente entero, apartando de él la inmigracion que lo fecunda, con la poblacion y el comercio.
Sin abrigar la funesta creencia, ó la supersticion de un Dios vengativo, tampoco podemos dejar de reflexionar hondamente en las eternas leyes generales de la Providencia, á cuyo impulso han caido postradas poderosas ciudades y soberbios Imperios reducidos á polvo.
Todo el mundo antiguo con su descomunal poderío, viene al calidoscopio de la historia á enseñarnos con la triste filosofía de sus ruinas la nada de las humanas grandezas, y la urgente necesidad de estudiar en el libro de la naturaleza, la voluntad del Altísimo, para conformarnos con ella y realzar el destino para que fuimos creados.
Y fuera de ese estudio y de ese destino, está la muerte: la disolucion de la materia y el olvido glacial estendiendo su impenetrable crespon sobre las razas improficuas á los propósitos de la vida. Jamás en los tiempos modernos se ha presentado á la mente reflexiva un cuadro como el que ha ofrecido esta ciudad en la presente epidemia. Es de todo punto desconsolador.
Encarado politicamente, es el naufragio del gobierno representativo, imbuido en la autoridad decrépita de la tutoría del menor que es el pueblo. El pueblo indigente porque es ineducado; el pueblo sin lecho porque no tiene industria y no la tiene porque es ignorante. El pueblo hambriento, desnudo, sin hogar, sin refleccion, ente, vagabundo, al que es preciso socorrer con su propio dinero en nombre de la caridad ejercida por el agente de la cosa pública que es el Gobierno!
En estos casos el Gobierno asume un aire paternal, es el padre del pueblo!
Risum teneatis !
Oh es un naufragio el mas completo, el mas terrible que ha podido ocurrir para comprobar toda la degradacion en que puede caer un país iletrado, cuando la Providencia lo llama á luchar contra un enemigo que no vence el valor brutal del machete, sinó la firmeza serena del átomo intelectual sobre el miasma maligno. Las costumbres pulidas, la higiene privada individual.
En estos casos marcados, en los que la energía moral es puesta á prueba, es que se revela la altura de los sentimientos y la inteligencia cultivada.
Ay! no preguntemos lo que ha revelado esta poblacion en este trance terrible: y sobre tantos dolorosos episodios, como sobre tantas farsas impías, arrogemos un velo de olvido, y sellemos el lábio para volver nuestra alma á Dios, y con la frente en el polvo decir tan solo :
Misericordia Señor! Misericordia Dios Santo !
Empero, mal grado muestra profunda fé religiosa, no podemos dejar de conocer que toda su bondad omnipotente, no puede salvar á los infractores de aquellas leyes fundamentales de la vida, que subsisten anteriores, y han precedido á la obra de la creacion. Interésale al hombre conocer esas leyes, porque los males que lo acosan no son mas que las naturales consecuencias de sus infracciones; y es esa la obra esclusiva de la educacion.
Un sistema general de higiene no se improvisa sin aquella conveniente preparacion de las costumbres generales del pueblo.
Si los hábitos de desaseo están arraigados por la groseria y la ignorancia, ¿cómo se puede esperar un cambio súbito de esos hábitos ni aun por el intermedio de las leyes penales mas severas ? ¿Podrá la policía inmiscuirse en la higiene privada de las familias, en el aseo del cuerpo por los baños, en el uso de la ropa interior, en el modo de tener las viviendas, en los alimentos ó en una alimentacion desordenada que come frutas en altas horas de la noche, que vive de mate y pasteles, que no conoce los procesos de la digestion para modelar sobre ellos la alimentacion?
Qué puede hacerse por un pueblo endurecido en su ignorancia que ha visto sin repugnancia llevar cadáveres al cementerio en los carros de la basura como en las carretas que traen la carne con que se alimenta?
¡Qué cuidadosa estadística seria necesaria para separar las víctimas de la epidemia de las víctimas de la ignorancia!
El estado de los mercados es un negro dechado de la incuria y del desaseo que imperan en esta poblacion. Las aglomeraciones de familias en los cuartos de tablas denominados conventillos, focos de putrefaccion, atestiguan el desprecio por los pobres abandonados hasta en sus hijos á la miseria y la barbarie. ¡Qué mayores elementos para alimentar el fuego de la fiebre que ha convertido esta ciudad en una inmensa fosa!
« Ay de los que tienen ojos y no ven!
«Ay! de los que tienen oidos y no oyen !
«Ay! de los poderosos de la tierra porque todos serán humillados !
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Entre las víctimas de la epidemia tenemos que lamentar la de la señorita Fanny Wood preceptora de la Escuela Graduada núm. 1. Era precisamente este año en que ella contaba poner en práctica un curso regular graduado con los medios puestos á su alcance, que no eran sin duda los mas á propósito; pero otro debia ser su fin en estas regiones, y jóven y llena de vida, ha desaparecido de entre nosotros, falleciendo lejos de su país y de sus amigos en esta misma tierra, á cuyo progreso ella quería contribuir siquiera con el contingente de sus servicios harto necesarios en la causa de la educacion.
Al año justo de su arribo al Rio de la Plata ha caido víctima de la fiebre y de su buen corazon porque ella pudo ponerse en salvo huyendo á la campaña para donde tenia excelentes proporciones; pero las personas con las cuales residía se enfermaron de la epidemia y ella vino á asistirlas, encontrando la muerte en el cumplimiento de su deber de cristiana. Ella espiró en los brazos de su compatriota la señorita Gorman, salvada del flagelo, y no sin haber tenido el con suelo de verse atendida por sus amigos y conterráneos. Pobre Miss Wood Paz en su tumba! Qué la tierra le sea leve !
Juana Manso
Ortografía Original. Anales de la Educación Común, Vol. IX, 1871