Nueva York, Noviembre de 1866.
MEETING EN EL INSTITUTO COOPER.
“The United States are the common School of the World.»
Rev. Henry Beecher
He visto el salón de los meeting, en el Cooper en toda la plenitud de su gloria, o más bien diría en la gloria de su plenitud. Un mar de fisonomías humanas, extendiéndose hacia donde quiera que la vista se dirigiese, desde la plataforma en cuya ancha superficie estaban apiñados venerables Obispos, Rev. Pastores, Generales, Ministros extranjeros, y otras personas notables. Las avenidas que facilitan el tránsito en aquella inmensa platea dividenla como las costillas de un abanico, de que la plataforma seria el mango. Cada una de ellas arranca desde una puerta, que hace el servicio de los vomitorios de los circos romanos; y como las dos mil a tres mil lunetas que contiene, estuvieren desde temprano ocupadas, las oleadas de gentes que venían llegando, avanzaban por las avenidas, llenándolas hasta la plataforma. Así las mujeres y los hombres que ocupaban las lunetas presentando a la vista solo caras con las variantes de cintas, flores y sombreros de las damas, aparecían divididos por cercas de seres humanos, de pie en las avenidas formando compartimientos de variados colores, entre bordes prominentes y negros por el color de los vestidos de los hombres. Ni Cooper ni el arquitecto han debido prever este golpe de vista, al trazar el plano de aquella distribución de la platea.
El objeto de esta reunión cuya muchedumbre no alcanzaba a contener el Cooper instituto, era el mismo que había hecho decir treinta años ha a Horacio Mann, que bastaba nombrarlo para disipar una concurrencia. La sociedad para ayuda de libertos, había invitado al pueblo de Nueva York á un meeting a fin de dar cuenta de los trabajos del año vencido, y solicitar recursos para continuar la obra comenzada de dar educación a los negros libertos del sud. La Ristori no ha reunido concurrencia tan grande; y ni al presentarse por la primera vez, ni en los momentos más sublimes de su talento sin rival en la tierra, ha levantado el torbellino de aplausos, de pañuelos agitados al aire, como cuando el Presidente Mr. Show, después de la oración dedicatoria, anunció con afectada sencillez la presencia del Reverendo Beecher, cura como diríamos nosotros, de la Parroquia de Plimouth en Brooklyn!
El mundo cristiano, conoce; el África hasta lo más profundo de sus selvas conocerá un día el nombre de los Beecher.
La cabaña del Tío Tom es el escudo de armas de la familia. La elocuencia, es en ella lo que el valor caballerezco era entre las justas patricias de la edad media. Elocuencia que tiene sus raíces en el corazón, calentado por el patriotismo, la filantropía y la caridad cristiana, sazonado. por la más alta inteligencia de los intereses humanos, ennoblecidos por el sentimiento religioso, pues los Beecher son pastores.
El Rev. Beecher fue uno de los campeones más ardientes para promover la abolición de la esclavitud, como Mrs. Beecher Stuver fue la que inspiró el sentimiento redentor que arrastró al pueblo a destrozar con su fuerte brazo la cadena secular.
Terminada la lucha, cuando el Presidente y el Congreso se han dividido en cuanto a la manera de tratar a los Estados, rebeldes antes y hoy sometidos, el Reverendo Beecher no abogó por los partidos extremos; y entonces, o miseria humana! los Radicales renegaron del Apóstol, como los holandeses de San Alboin, porque reconocía límites al derecho del vencedor, término a la guerra, derechos al vencido.
He oído al grande orador y quedádome pasmado de los recursos de la oratoria. La Rachael, la Ristori, ejecutan, diré así la palabra, le dan vida, alma, como cuando brota cual la sangre caliente por las heridas que las grandes pasiones hacen al corazón humano. La oratoria es el recurso de la representación. La palabra es aquí el protagonista, la acción la sigue casi sin proponérselo, y sin empeñarse en describirla como en la mímica trágica. El sentimiento mismo no se esfuerza siempre por darle colorido y expresión. Beecher sostiene solo la declamación de la gran elocuencia en ciertos trozos capitales como Tamberlik lanzaba torrentes de voz solo en las arcas. El resto es un recitado, lleno de gracia, intercalado de paréntesis en que explica o diluye una idea, salpicado de chistes que hacen reír al auditorio, interrumpirlo y aplaudirlo, para volver a tomar el hilo de las grandes ideas, levantar la voz, acentuar frases culminantes con el rápido movimiento de los brazos, y golpes repetidos con los pies sobre el sonoro entablado. Descargada así la nube del rayo de que venía preñada, la tormenta se serena, vuelven a soplar brisas tranquilas como aquellas que figuran los violines en la Africana, un trueno estalla, muge el huracán, tornase en brisa, y el monólogo continúa con aires de diálogo con el público; pues a la muchedumbre absorta y complacida interroga, sin esperar respuesta, o da explicaciones que no le han pedido, y que sin embargo son indispensables. Comprendo ahora como los asientos de la Iglesia de Plimouth en Brookling se rematan por cantidades fabulosas para tener el privilegio de oír sus sermones dominicales, y me explico como a la más ligera insinuación sus feligreses le costean uno de los más bellos órganos de los Estados Unidos. Sus discursos o sermones no son, como de ordinario, una ritual ostentación de bellas frases. El sermón en las diversas denominaciones, como aquí se llama a las rutas, va abandonando sus antiguas formas, y su exclusivo señalar el camino del Cielo. Desde lo alto de la cátedra evangélica, las miradas del Pastor descienden a contemplar los intereses de la tierra, la marcha de los acontecimientos humanos, y aun las disidencias políticas encuentran esas tribuna y expositores, no siempre con la calma y unción que debiera acompañar las emanaciones de esta antigua fuente de la doctrina evangélica. Entre las portentosas transformaciones del espíritu humano que nuestra época presenta, no es la menos profunda la que el cristianismo dogmático presenta aquí.
La iglesia se torna pueblo, el pueblo se teologea. Henry Beecher es un hombre de estado y un sumo sacerdote. Pero Beecher anunciando un revival, de educación a la par de la excitación religiosa entra de lleno, con su discurso del Cooper instituto en la nueva reforma que preocupa y une en un sentimiento común a católicos y protestantes, educar al pueblo para cristianizarlo. El censo de Italia ha dado, en la patria de Cicerón y Petrarca, como decía un Maestro italiano, diez y siete millones de habitantes que no saben leer en veinte y uno que formaban la Nación antes de la incorporación de Venecia. En la patria de Arquimedes, Sicilia, tres mujeres en ciento saben leer; en España trece en quince no conocen la O por lo redonda.
Si esto es cristianismo, si el catolicismo o el clero han mantenido estas tinieblas, por qué quejarse de que, Garibaldi retraiga al pueblo de dejarse guiar por ciegos guías de ciegos? Cuando la Europa atraída por la actividad del fuego que los prusianos hacían con el needle gun, trató de examinar arma tan eficaz, alguno observó que la mano que lo maneja, que la inteligencia que lo dirige había sido educada en las escuelas prusianas, de cuyo sistema carece el Austria morosa, soberbia y vencida. A Mr. Bright que pide el sufragio universal, Sir John Paringson le contesta: “la deshonra de Inglaterra no viene de falta de votos, sino de falta de educación. Un tercio de los niños de Inglaterra están creciendo sin educación, y otro tercio, recibe meros rudimentos. El seIf governement en Inglaterra es simplemente abominable y sería peor que un decente despotismo.”
La Pall Mall gazeta añade: “La vasta mayoría de los pobres no mantiene relaciones con corporación alguna religiosa. Tan extraños son a la Iglesia, como a la escuela de dibujo. Los convenios para vivir temporal o permanentemente juntos hombre y mujeres es solo una parte de aquella semi-bárbara existencia.”
Cual es el Estado presente de la América del sud a este respecto? El pueblo habituado al desaseo y peleado con el agua, halla extraño que otros le tengan asco y huyan de su contacto. La América española es más española que la España misma; no obstante que una y otra están empeñadas en probar lo contrario, a cañonazos, o incendiando ciudades.- Que argumento! El discurso de Beechet ante un auditorio norte-americano, merece ser oído más allá del itsmo de Panamá, a fin de que la palabra evangélica, humana, social vaya a despertar ecos en pueblos que se desviven por ser libres, como tantos por ser ricos, sin trabajar, o si trabajan sin acumular las ganancias. “Los Estados Unidos son la Escuela pública del mundo,” decía el Rev. Beecher. Las Repúblicas americanas solo no querrán empezar por la cartilla?
Para terminar con los incidentes del gran meeting, a Beecher le sucedió en la palabra Mr. Durand, de Nueva Orleans. A las rápidas cascadas y remolinos, que hace el Niágara entre islas encantadas, se sucede el rio Niágara que desciende tranquilo, silencioso, monótono hasta formar el lago Ontario. Esta parte la desempeñó el segundo orador, y el pueblo que está a la orilla contemplando esta marcha tranquila, aunque las mismas aguas puras sean, decía para su coleto; así se mueven las aguas de todos los ríos; y no valía la pena hacer un viaje exprofeso para verlo. Pidieron la colecta.
Presentose, mientras la hacían, un nuevo campeón, con un brazo menos. El general Howar jefe del Bureau de Libertos único tribunal marcial que sobrevive a la guerra. Era, dijo Mr Show presentándolo, el brazo derecho de Sherman. No comprometa, contestó señalando su brazo de menos, la gloria del general. El terrible Juez entre amos y libertos, entre leales y confederados, ha fundado centenares de escuelas, y no ha colgado secesionistas. Es un Maestro de Escuela en el sur y no el tirano de la ley marcial. Cuando visitaba las nacientes escuelas de color en el sur, dijo, los maestros me decían: vuelva dentro de un año y empezará a amar a los negros, al ver los progresos. Cuando presencio reuniones como esta, con el objeto para que ha sido invitada, confieso que comienzo a aficionarme a la masa blanca”…. Qué aplausos, qué delirio suscitado por el ilustre inválido! Llegaba al término de mis observaciones sobre el magnífico espectáculo del meeting, realzado por el contenido de la carta de Peabody que le incluyo, por la cual hace un don de 180,000 $ para objetos de educación, cuando echando la vista sobre un diario argentino, leo en una sesión del Congreso, que todas las partidas del presupuesto pasan sin discusión, sino es la que un Diputado suscita no sobre los Enviados Diplomáticos de la República, no sobre la Legación de los Estados Unidos, en todo caso la única inútil al parecer, sino sobre la misión del señor Sarmiento especial y personalmente, “pues según tenía entendido el señor Senador el Ministro argentino en esa República solo se ocupaba de estudiar la instrucción en aquel país, que de la Memoria del Ministro de Relaciones Exteriores, resultaba que ese Ministro no había prestado servicio ninguno a la República.” El cargo de Senador impone obligaciones muy duras, hasta la de ser cruel por economía. Malo parece al señor Ministro suprimir las embajadas, aunque a ninguna otra que a la de los Estados Unidos se le echó en cara ocuparse de educación. Son demasiado celosos los otros en servir a su país, para perder su tiempo y el dinero del Estado, en estudios verdaderamente estériles. Pero reproches como esos salidos de la boca de un joven que debe ser instruido, pronunciados en el Congreso de una República, bastan para caracterizar una época y un país. El historiador dentro de veinte años, citará esta frase, para mostrar el estado de la opinión, cuando se vertió, y aun la tácita aquí esencia que parecen recibir del silencio de quienes debieran, si no estuvieran convencidos de la justicia del cargo puramente personal, haberlo rechazado. No es de este lugar vindicar a quien nadie defiende. Hablo solo de educación, y es triste recompensa el silencio de los unos, los reproches de los otros, en cambio de lo único que hay derecho de exigirle a un funcionario público, y es el trabajo diario; y ese podrá un día estimarse, comparando las pruebas materiales que lo hacen constar. ¿Será incurable la enfermedad de la América del sur? Hoy trae el Herald un artículo a propósito de ocurrencias en Venezuela, sobre todas las Repúblicas americanas de hacer subir la sangre a la cara de indignación, para tener que bajarla en seguida… de vergüenza! porque en medio de las exageraciones del menosprecio hay el fondo de verdad que nadie puede ocultar. Si supiera el Herald que mientras que la Inglaterra, la Italia tienen la cuestión de la educación por delante como remedio a los males de la situación, ha sido sancionado sin discusión ni enmienda un presupuesto de diez millones, excepto una partida, y esta no por el empleo sino por el individuo a quien se le hace cargo de ocuparse solo de instrucción. .. quanti comenti per la citá!. Madame Ristori me mandó dar cita hoy a la una para que emprendiéramos juntos la visita de las Escuelas a que las Autoridades como un honor la invitaban. Por ella he sentido no acompañarla. Yo tengo mejores ojos; pero no por prestar ningún servicio a mi país, sino por despachar simplemente el vapor tuve que abstenerme. ¿Será esta la gloria humana? Obrar bien y dejar maldecir?
D.F. Sarmiento