Es curioso observar cómo aparece el nombre, o, mejor, los nombres de Juana Manso y Juana Manso de Noronha (1820-1875) en la bibliografía cultural argentina. Y comienzo por explicar los, en realidad, dos nombres que he mencionado. Sin pretender una diferencia total en la distinción, es evidente que, por un lado, solemos identificar a “Juana Manso” con el sector educativo y como una muy eficaz colaboradora de Sarmiento; y a “Juana Manso de Noronha” como la escritora, o, más propiamente, la novelista de nuestro siglo XIX.
Por descontado, se trata de la misma persona, si bien las dos facetas que subrayan sus actividades principales no gocen hoy de una supervivencia equivalente. Así, aún reconociendo en nuestros días un prestigio general bastante alicaído, vemos algo más vivo su papel de educadora. Sobre todo, como digo, en relación a la duradera permanencia que significan la personalidad y obras sarmientinas, de cuyo resplandor algo le alcanza a Juana Manso (1).
En cambio, como Juana Manso de Noronha, es poco lo que sobrevive. De ahí las escasas noticias que, por lo común, nos brindan las bibliografías de la novela argentina. Y no levanta mayormente el nivel el agregar una limitada labor lírica y dramática, unas pocas obras didácticas y la mención de traducciones. En su conjunto, la ubicamos como una de las representantes del variado grupo de escritoras argentinas del pasado siglo (como bien puntualizaba la peruana Clotilde Matto de Turner). En su mayor parte, novelistas, cuyo nombre mayor vemos en la presencia nítida de Juana Manuela Gorriti.
Sabemos que Juana Manso, o Juana Manso de Noronha escribió dos novelas. O que son las dos obras suyas de este género que llegaron hasta nosotros: La familia del Comendador (Buenos Aires, 1854), y Los misterios del Plata, de menos precisa cronología bibliográfica, tal como paso a explicar.
Aunque sea en forma breve, quiero ocuparme de esta obra por los “misterios” que la envuelven. Y no procuro hacer un simple juego de palabras con respecto al título de la novela, que, por otra parte, responde a modelos harto conocidos en la época. Por lo pronto, es bueno saber que la primera edición conocida, publicada como obra póstuma, apareció en Buenos Aires. En el año 1900, dice la tapa, y en el año 1899, dice la portada (2). Además, Los misterios del Plata se publicó con la siguiente aclaración: “Novela histórica original escrita en 1846”. Juana Manso de Noronha da a entender (ver p. 21) que una primera edición de la obra se publicó antes de la caída de Rosas. Pero, a su vez, el editor “N. Tommasi” afirma (en 1899 o 1900, claro), sin ninguna referencia a una edición anterior, que el manuscrito de la autora había quedado trunco y que él lo ha completado (ver p. 203). Lo concreto es que, hasta hoy, se desconoce la existencia de una edición anterior a 1852. Por último, en la bibliografía vinculada a esta novela (“política”, como Amalia, y, por descontado, típicamente romántica), sólo podemos recurrir, como nueva referencia, a una edición hecha en nuestro siglo en Buenos Aires, en 1924. El editor de esta edición (Ricardo Isidro López) la publicó con el siguiente título: Los misterios del Plata. Episodio histórico de la época de Rosas, escrito en 1846 (3).
Como conclusión de esta nota, no pretendo señalar un paralelismo ceñido entre Los misterios del Plata y El Matadero, cosa imposible, sino mostrar algunas coincidencias externas entre estas obras de nuestro siglo XIX. O, con mayor precisión, decir que aparte de proximidades cronológicas, temáticas e ideológicas, hay también entre los dos relatos ciertas semejanzas que tienen que ver con la particular historia o vicisitudes de los respectivos textos. Y, en fin, aunque me aparte ya de la meta de estos párrafos, que siempre resulta grato traer a colación una obra escrita por aquella infatigable luchadora que fue Juana Manso o Juana Manso de Noronha. Una de las varias “Juanas” de relieve en las letras americanas (aunque no sea ella —lo sabemos— de las más empinadas).
- Cf. con mi estudio sobre Juana Manso, los Mann y Sarmiento (en la obra El embajador Sarmiento. Sarmiento y los Estados Unidos), ed. de Rosario, 1962, pp. 81-93.
- Esta dualidad, sin duda por motivos de impresión, no es rara en la bibliografía argentina (o en obras editadas en la Argentina). Aunque no se trate de casos idénticos, recuerdo que El gaucho Martín Fierro lleva la fecha de 1872. pero se difundió en 1873; y que Prosas profanas, de 1896, se difundió realmente a comienzos de 1897.
- No conozco otra edición (o ediciones) de esta novela. La edición de 1924 reproduce el texto de la de 1899 (o 1900). Al margen de estos datos, me parece justo mencionar aquí que si no coincido del todo con las noticias que da al respecto el crítico Myron I. Lichtblau en su valioso libro sobre la novela argentina del siglo XIX, encuentro justificadas las páginas que le dedica a Juana Manso de Noronha. (Ver The Argentine Novel in the Nineteenth Century, Nueva York. 1959, pp. 31-35 y 207).
Anuario de Letras, Revista de la Facultad de Filosofía y Letras, Universidad Autónoma de México, 1994. Apéndice 3 del artículo Juan María Gutiérrez y el Matadero LEER