Señoras y Señores:
Después de una ausencia de año y medio, veo con placer que se reanudan los trabajos para el fomento de la Biblioteca popular que me cupo el honor de iniciar en esta localidad en 1866, por indicación del Sr. D. Domingo F. Sarmiento, Ministro Plenipotenciario en Estados Unidos, en aquel tiempo y hoy electo á la presidencia de la República.
La época es á propósito para recuperar el tiempo perdido por que preveo que en todos los ángulos de la Nación, se erijirán talleres que lleven su cooperación á la estátua de la República que es preciso fundir de un golpe.
Está hondamente grabado en mi memoria el primer viaje á Chivilcoy, fué en ocasión de inaugurarse la via férrea que pone este vecindario á pocas horas de distancia de la capital de la Provincia. Venia yo por mi propio impulso, puesto que la invitación de la H. Municipalidad se desencontraba conmigo: venia interpretando los sentimientos de un amigo ausente, á traerle á Chivilcoy su óbolo en aquella fiesta popular, y en el acto de descubrir la estátua que adorna el tope del Edificio de la Escuela Municipal de varones, sobre la mesa donde se firmó el acta de la inauguración por el Sr. Ministro de Gobierno y demás personas presentes, deposité allí como piedra angular de la creación de la Biblioteca popular de Chivilcoy, ó Biblioteca Sarmiento, el libro “Las Escuelas, base de la prosperidad y de la República en lós Estados-Unidos” Mi palabra que por vez primera se alzaba en la plaza pública en medio á tantas otras señoras, causó conmoción tan profunda que al terminar una cadena de abrazos, de besos y de lágrimas, humedeció mi frente sellando el pacto de amistad con Chivilcoy.
Hoy vuelvo, expresamente invitada á tomar parte en esta conferencia cuyo producto se destina á la Biblioteca, y vuelvo como Vocal de la Comisión Directiva de la misma, nombramiento que acabo de recibir con un año de fecha atrasada. Sírvame esto de escusa, por no haber acudido cuando se me llamaba al seno de la Comisión.
Veo que la planta aunque tierna y combatida por las corrientes glaciales de la indiferencia de los tiempos, no se ha secado. Pruebas muy dolorosas hemos sufrido en este lapso de año y medio, pero mas sereno ya el horizonte, por lo que á mi respecta, estoy siempre pronta á continuar la tarea comenzada, cuesto lo que cueste de esfuerzo.
Mas que nunca creo que debemos ansiar nuestros esfuerzos para el fomento de esta Biblioteca, inculcando por todos los medios posibles el hábito de leer como medio de combatir otros pasa-tiempos, ruinosos unos, harto fútiles otros.
II
Aunque se llame á los Estados-Ünidos un pais maravilloso, no se puede comprender hasta qué punto es justa esa denominación. Con respecto á las Bibliotecas raya en fabuloso lo que se hace allí. La Escuela, la Universidad, el Tribunal, el Congreso, la Casa Municipal, son vastas Bibliotecas. Ellas existen desparramadas en las calles, en los buques que cruzan los mares, mas aun, hacen parte integrante del propio domicilio campestre, como de la prisión, del hospital, de los refujios juveniles, de los Talleres disciplinarios, de las manufacturas, de todo lugar en suma, donde se reunan en la comunidad del trabajo, de la corrección ó de la familia, hombres, niños, y mujeres. La Biblioteca es la espresion de las costumbres públicas y domésticas.
III
Para corroborar mi asersion permitidme hablaros del último libro que acabo de leer, cuyo título es «Casas de campo» (Con- treyhomes) por Woodwards. Es una especie de manual de construcción adornado con viñetas preciosas, y con planos, que esplican la anatomía de la arquitectura doméstica, sentada bajo el principio que las casas como los hombres que han de habitarlas, tienen su economía especial, sus aparatos orgánicos, que responden á las diferentes funciones de la vida, física, moral é intelectual, y en este punto tienen su lugar marcado la librería, ubicada jeneralmente en un ángulo del edificio accesible desde el salón de recibo, como desde el comedor, como desde el salón de paseo, ornado de cuadros, reservado al ejercicio cuando las lluvias ó el sol no permiten el paseo al aire libre, ó la inclemencia del tiempo no consiente este ejercicio en las varandas.
La librería ó Biblioteca doméstica pues, ocupa como he dicho un ángulo del edificio con perspectiva agradable á la vista, ventiladores, y caloríferos inclusive. Es un espacio que varía en sus dimensiones, según la mas ó menos prosperidad ó gusto del dueño de la hacienda: desde diez piés de largo por diez de ancho ornada de estantes con vidrieras en las paredes, y su magnífico balcón semi circular al frente, hasta 12 X17—124-12 etc., etc.
El libro en cuestión, no es sino uno de los centenares que tratan sobre la misma materia, la construcción de las casas de campo, donde conforto alguno de la vida civilizada, ni requisito alguno de la economía doméstica falta al labrador, en una escala descendente, hasta el pioner que fabrica su casita en el sistema-miriñaque como por sarcasmo han bautizado los arquitectos á el conocido por bailón-frainc, y del que trataré de daros una breve esplicacion como esposicion de ideas nuevas, diciendo antes para su completo elojio que con él fueron improvisados Chicago y San Francisco que de aldeas de madera se convirtieron en un solo AÑO en magníficas ciudades de palacios de mármoles y bronces.
IV
Principiaré por el log-house, ó rancho. La nivelación del terreno es la primera precaución después de preparar los materiales que el bosque presta, palos mas gruesos y varas de cuatro á seis pulgadas de diámetro para el tejido tan compactó y liso que se presta al reboque esterior, y al interior, que ha de cubrirse después con papel pintado, abundan las ventanas y puertas, guarnecidas las primeras de persianas ó cortinas pintadas, las segundas de alero que defienda de la lluvia. Siempre la casa ha de sentarse sobre un terreno mas elevado que la superficie para evitar las inundaciones tan frecuentes en la estación lluviosa. Ese rancho vístese luego de flores y abrígase con arboleda circular.
La cocina nunca está como entre nosotros á una cuadra de las habitaciones, sino que es el comedor, el salón y el hogar habitual de la familia: un pobre no puede en rigor construir un alojamiento de muchas piezas, dos dormitorios y una gran cocina es lo sumo, suplen los armarios á la despensa y los muebles mas rústicos ya son un bien estar para la familia. Hablo en relación al pioner Americano.
El sistema miriñaque, consiste como lo indica su apodo, en que el esqueleto de la casa es hecho de varillas clavadas sólidamente entre si con espacios vacíos exactamente como los cestos de mimbres y las crinolinas ó miriñaques. Guando alguna pieza necesita cambio este se efectúa sin alterar en nada el conjunto de la construcción.
Hay de esas casas miriñaques, algunas que tienen tres pisos y boardillas. Para San Francisco de California se hacian cargamentos de ellas por que la mano de obra en los Estados-Unidos era mas barata, y los materiales también. Hoy mismo el sistema-miriñaque que solo requiere pino, clavos, lata y pintura es todavía el plantel con que se improvisan ciudades. Cuando una tropa de jóvenes aventureros parte al lejano Oeste, lleva consigo las casas, los muebles y las tiendas empaquetadas. Llegando la carabana al lugar designado, se mide el area de la ciudad que se vá á improvisar, se nivela el terreno, se corta la población en ángulos rectos, se desempaquetan las casas y en ocho dias nace una coqueta aldea en el desierto. El tiempo necesario para que nosotros abriésemos los ojos y la boca! y como ahora aun las calles se entablan en lugar de empedrarse no seria de estrañar ver transportado también un trecho de Broadway al desierto. Ni en eso pára su actividad, puesto que una vez alojados, lo primero es romper el aislamiento, poniéndose en contacto con las demás poblaciones. Un mes después los bosques están desmontados, la tierra removida y la labranza comenzada. No estoy contando un cuento de mil y una noches, sino historiando lo que pasa todos los dias en contraste con nuestro sistema de población y de alojamiento campestres.
El momento me ha parecido oportuno para llamar la atención sobre punto tan capital. Ahora colocando otra vista en mi diorama. Contemplen mis oyentes el cuadro que tienen ante los ojos desde la conquista, la colonia y la independencia. Ciudades viejas é insalubres desparramadas en desiertos sin fin.
En los campos, la azotea y lejos, el rancho negro, súcio, desnudo, ladeado, cuyo terreno no pertenece tampoco al poblador. La estancia es la modificación del castillo de la edad media, el rancho es el toldo del indio perfeccionado. Los herederos de la azotea irán al pueblo á educarse, los niños del rancho se criarán como los propios animales á la intempérie y en la ignorancia.
A las puertas de Buenos Aires, Belgrano es un pueblo de palacios; baluarte del feudalismo se ha encaramado en la barranca que remeda la montaña; mientras que á sus pies, y á la orilla del rio mas revoltoso del mundo, los ranchos negros se apiñan sin simetría porque las habitaciones del pobre no merecen ni alinearse en calles!
V
No faltará quien diga que estoy contando las verdades de Pero Grullo; tal vez, pero cuál es la moral del cuento? es muy sencilla. Si contemplamos los cimientos de nuestra sociedad, comparándolos también al derecho primitivo de la humanidad hemos de encontrar latente la necesidad de acometer una revolución social que cambie la faz completa de países que han sido fundados sobre bases que hoy resultan en completo antagonismo con sus instituciones. Yo hablo del hogar, señores, y hablo de ello como biblioteca, como escuela, porque el hogar es la piedra angular de toda sociedad regular, civilizada y cristiana. Hablo de la construcción de las casas de campo, para revelar que la vida no es esto que se conoce aquí por tal. Todo hombre que nace á la vida, tiene, pues, cuando menos el derecho de vivir, esto es, de poseer un pedazo de tierra que es la tela hecha por Dios para el vestido universal. Tiene el derecho de formar una familia, el derecho de trabajar para ella y para sí procurándose el bienestar material posible, que mejor predispone el corazón á bendecir la Providencia Divina.
El orden público, la paz, la abundancia, bienes de que hasta hoy hemos carecido, solo se radican por el hogar: embellecerlo, pues, es una medida de seguridad pública, como es un deber de justicia en el Lejislador tornar la propiedad accesible á los pobres, darles aun tierras, instrumentos de labranza y semillas, porque son las sementeras y las poblaciones las que crean la renta pública con el desarrollo de la riqueza. La prolongación de las leyes coloniales trae no solo la aridez y la miseria, sino que esas leyes son la negación palpitante del espíritu de nuestra constitución. Fenómeno curioso, darle derechos políticos á hombres que están virtualmente despojados de sus derechos primitivos ó naturales.
Qué estraño es que vivamos envueltos en perpetuas guerras civiles, si falta á la sociedad su centro de gravitación natural, el hogar de la familia?
De esta convicción, nace en Norte-América el empeño de perfeccionar el modelo de la casa, constituyéndola un pequeño paraiso terrenal, y para ese fin, se escriben libros sencillos en el asunto, lujosos en la edición, y llevando la seducción en sus prospectivas á punto de hacer suspirar por algo que remede aquel ideal!
Es verdad que el hombre criado en la indiferencia de la ignorancia, endurecido en las privaciones de la miseria, no se halla en estado de valorar estos bienes. Con todo, sumos constituidos de manera, que las necesidades físicas se insinúan mas esplícitamenteque las necesidades intelectuales, y a nadie le es indiferente completamente poseer un pedazo de tierra y una choza que sea, para vivir. La modificación en las ideas de construcción como el cambio que ellas han de operar en las costumbres, ha de traerla el libro, el diario. El ejemplo visible del modo de ser del inmigrante.
En las ciudades y centros de población la escuela; en la abierta campaña el Asilo Rural de constitución yankee. El partido de Castelli cuenta hoy uno, que fundado hace pocos meses tiene ya cerca de 40 alumnos de ambos sexos, bajo la dirección de un matrimonio jóven, abrigando bajo su techo aquella casa la mayor parte huérfanos de la última invasión del cólera. Aun para los niños que tienen padres vivos, esta clase de establecimientos de educación promete grandes ventajas, por que amoldan el niño á otro modo de ser, á otros há- bilos y lenguaje, que lo que muchas veces le ofrece como ejemplo su propia casa.
VI
El desarrollo de las Bibliotecas está vinculado al de las propias escuelas, de modo que la lectura cuente entre los hábitos tempranos de la niñez, para que sea el solaz de la juventud, el alimento de la edad viril, el consuelo de los dias sin sol de la vejez. Para tal propósito tornemos la lectura agradable, en vez de repulsiva desde el abecé. No adaptemos el libro por su aridez, repetición é insulsez, á la tortura del espíritu movible y curioso de los niños. Libros que causan hastío y no se comprenden, son malos apóstoles de la propagación de la lectura. Este solo tópico merecería un discurso especial, aquí tengo que tratarlo muy lijeramente.
Solo persevera el hombre en todo aquello que le dá placer, y vice-versa huye de lo que lo mortifica.
Nuestras escuelas son pésimas, no me cansaré de repetirlo, los métodos rutineros, los libros inadecuados á inocular el placer de la instrucción, la presentan antes al niño como una carga pesada.
Esa misma, parca, árida é incolora enseñanza, no está sistemada, ni tiene vínculo alguno de relación, no diré con una escala ascendente de grados de instrucción, pero ni á lo menos con aquellas mas comunes necesidades de la vida social. Malas ó ningunas escuelas, dan resultados casi análogos. Así pues, nuestros trabajos en bien de la biblioteca deben tener por ajente principal el interés por las escuelas y su mejora radical; para que, aquellos en cuyas manos la hemos de depositar un dia, sean capaces de valorar la herencia que les legamos.
Ni se dé por escusa que faltan los elementos, en los Anales de la Educación he traducido los Reglamentos de las Escuelas de Boston; libros con que organizar las escuelas no faltan, la municipalidad de este pueblo que ha tomado la iniciativa de multiplicar las suyas, haga el bien por entero, organizándolas como es debido, aunque sea preciso para ello dispensar el beneplácito del Departamento de Escuelas.
Aprovecho esta oportunidad para indicar que á la Escuela Municipal de varones, destinada mas tarde á ser acaso una escuela central se adhiera una biblioteca, y para darle mayor impulso autorizo á la municipalidad á disponer del pequeño fondo depositado en esta sucursal del Banco y reunirlo al producido de esta conferencia para la compra de libros y estantes.
Indicaré la conveniencia de comprar una colección de la Revista de Buenos Aíres, la que, aun cuando no haya solicitado mi concurso para nada, es una notable publicación. La Sociedad de la Biblioteca debe á la vez suscribir á dos ejemplares de la Revista Arjentina que en estos momentos funda el Sr. D. José Manuel Estrada, como igualmente conviene suscribirse á los Anales de la Sociedad Rural.
Entre los libros que se adquieran por dinero recomiendo el que hoy he mencionado «Las casas de campo de Woodwards». Aunque en inglés, la vista hace fé.
Yo me congratulo con el pueblo de Chivilcoy, por tener al fin entre nosotros, pronto á diríjir los destinos del pais, al infatigable campeón de la educación popular, al Sr. Sarmiento. Grandes bienes reportará la República de la acertada dirección que le imprima: no obstante, convénzase cada uno, que sin la cooperación de todos, sin el impulso de la opinión, su iniciativa quedaría letra muerta.
Qué él sea la cabeza que piensa, y el pueblo el brazo que ejecuta.
A la obra los amigos de la educación, á la obra los hombres de buena voluntad, que la República Arjentina se transforme si es posible en una vasta escuela de enseñanza mutua, donde el niño, el hombre y la mujer, trabajen á la vez y simultáneamente en su propia perfección, persuadidos que si esta vida es tan solo la preparación de otra perfecta y completa, nuestro mas santo deber es educarnos y educar á nuestros hijos para que ellos perpetúen no solo nuestra raza y las instituciones que nos hemos dado, sino las nobles tradiciones del deber y del patriotismo.
Juana Manso
Revista Arjentina, dirijida por José Manuel Estrada, Buenos Aires, Imprenta Americana, 1868, páginas 263-272.