Durante la presidencia de Sarmiento, el Congreso de la Nación autorizó en 1869, la creación de Escuelas Normales 1. La primera se abrió en 1870 en Paraná.
En 1875 se sancionó una ley que autorizaba “la creación de escuelas normales de señoritas en la capital de cada provincia que lo solicitara”.
Ante el número creciente de establecimientos primarios que se van abriendo, las autoridades nacionales deciden contratar a 65 maestras norteamericanas en el período de 1869 a 1890, quienes fundan y reorganizan 18 escuelas en las principales ciudades del país. Ellas se desplazan desde Massachussets, Ohio, Nueva York, Maryland, Virginia, Pensylvania, Michigan, Luisiana, Missouri, Illinois y Colorado para formar y capacitar camadas de hombres y mujeres para la enseñanza” (Bellucci, 1997).
Las escuelas normales 2 se constituyeron en una experiencia exitosa de educación secundaria para las mujeres y prepararon el camino para la demanda de estudios universitarios por parte de ellas.
En el Congreso Pedagógico de 1882 participaron algunas de las maestras recibidas en estas escuelas. Se abordaron, entre otros, los siguientes temas: la educación femenina y los contenidos de la enseñanza.
En él la voz de una mujer, Eulalia Manso (cargando con todo el peso de la historia de su madre Juana Manso) interrogó en la cuarta sesión ordinaria sobre si pedida la palabra por una dama le sería concedida.
El presidente de la sesión, Onésimo Leguizamón, contestó que no sólo tendría derecho a ella, sino que creía interpretar el sentimiento unánime, afirmando que se vería complacer (sic), mezclada en los debates a la mujer argentina (Cucuzza, 1997).
Una vez concedida la palabra, ellas la supieron utilizar, aunque no todas tenían la misma opinión respecto de los temas tratados, igual que tampoco la tenían sus compañeros varones. Y a la propuesta de una maestra, la Srta. Hornos, de que se debía enseñar a las niñas costura y bordado para que sea buena esposa y madre, “en contra del destino de la Singer»3 replicó Eulalia Manso enalteciendo a su madre altivamente y en apretada síntesis, recordando que había sabido cultivar su inteligencia, aprendió a coser y a cocinar, también supo inglés, alemán y otros idiomas.
Continuó así, en nombre de la memoria de Juana Manso: esa mujer se preparó para todos los cargos que tuviera que desempeñar en su vida de mujer, para esposa, para madre, para educacionista, para literata, para poetisa… Este era el centro del problema: las condiciones planteadas por la revolución industrial y el proceso de urbanización replanteaban el rol tradicional del trabajo de la mujer” (Cucuzza, 1997).
En este contexto de cambios y de debates relacionados con la educación femenina, sumados a las noticias que llegaban de otros países donde las mujeres habían accedido a la universidad, fundamentalmente a las carreras relacionadas con las ciencias de la salud, y especialmente a Medicina, fue que una joven hija de un farmacéutico decidió probar suerte por primera vez en Argentina en una carrera universitaria superior. Ingresó a la Facultad de Humanidades y Filosofía de la Universidad de Buenos Aires, donde cursó tres años y sin finalizar la carrera rindió cuatro materias en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales.
Tal vez porque el medio universitario era hostil para una mujer, decidió pasarse a la carrera de Farmacia, sintiéndose apoyada porque su padre era farmacéutico. Élida Passo se recibió de farmacéutica en 1885.
Posteriormente intentó matricularse en Medicina, donde se le negó la inscripción, por lo que debió apelar a un recurso judicial que ordenó su inscripción. Este recurso tuvo mucha repercusión en los ámbitos académicos y en los diarios de la época.
Élida Passo fue la primera mujer inscripta en una carrera superior en una universidad argentina y hubiera sido la primera médica, de no haber fallecido de tuberculosis antes de recibirse.
1 La Sociedad de Beneficencia, creada por Rivadavia en 1823 con el propósito de promover
la educación de las niñas, había fundado un Colegio de Enseñanza Superior para
Mujeres en la Parroquia de Monserrat en 1825. Este colegio tuvo corta duración.
2 Yannoulas (1997) señala que la expresión de Escuela Normal se utilizó por primera
vez en Sagan (Prusia) en una escuela modelo para la formación de maestros, fundada
por el sacerdote católico Felbinger, quien luego fue contratado por la emperatriz María
Teresa para difundir las escuelas primarias y normales en el Imperio Austro Húngaro.
Alemania abandonó este modelo en 1820 y lo reemplazó por la formación universitaria
de docentes. Las escuelas normales fueron incorporadas en Francia como modelo. de formación de docentes, aunque en un contexto laico. De ahí llegaron a América Latina,
donde las primeras escuelas normales basadas en el método lancasteriano fueron
creadas en Lima en 1822 y en Buenos Aires en 1825 (creado como ya dijimos por la
sociedad de Beneficencia). Sin embargo estas escuelas tuvieron corta duración.
3 Singer es la marca de una máquina de coser.
Extracto del artículo El acceso de las mujeres a los estudios universitarios siglo XIX por Alicia Itatí Palermo