Juana Manso y sus novelas históricas por Lily Sosa de Newton, El Grillo, abril de 1992

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Sin modelos locales, y levemente influida por autores foráneos que cultivaban el folletín, la argentina Juana Manso abordó la narrativa de temas históricos arriesgando un prestigio elaborado sobre otras bases, en este caso el periodismo y la docencia, ejercidos sobre bases empíricas pero con buena dosis de inteligencia e intuición. Al elegir motivos político-históricos como trama central de su trabajo, lo hizo dentro de un marco conceptual decididamente panfletario.

En su novela Los Misterios del Plata Juana Manso fue fiel a la realidad del momento, persuadida de que esa realidad que ella había vivido en los comienzos del régimen rosista se volvería histórica cuando el tiempo la decantase, y que la crónica novelada que ofrecía entonces era un documento más para reconstruir el presente. Con el sentido épico que se atribuye a toda novela, según planes críticos, la autora volcó apasionadamente su ideología desarrollando todo un sistema de ideas y representaciones, con sus valores y creencias, procurando así provocar determinado efecto sobre el lector. Es la suya una ficción enraizada en la pura realidad y, contrariamente a lo que sucede con sus escritos periodísticos, en Los Misterios del Plata no hay un discurso feminista explícito, pero sí un rechazo de los valores autoritarios y patriarcales que reprimen a las mujeres. Esos valores están aquí encarnados por Juana Manuel de Rosas y sus seguidores. Destaca especialmente la situación de Manuelita, constreñida a representar un papel humillante en las diversiones y actos oficiales de su padre. Frecuentes notas a pie de página aseguran que los detalles referidos responden a la verdad histórica. Se confirma, a través de esta ficción con visos de autenticidad, que los temas históricos son tratados por las mujeres en una forma condicionada por sus vivencias, expresadas no sólo a través del lenguaje y el metalenguaje, que puede percibirse netamente, sino también en las situaciones y diálogos, y el juego de los personajes femeninos y masculinos.

Los recursos estilísticos que detecta el análisis literario pierden relevancia frente al intento de no aceptar la historia tal cual se da, como algo indiscutible y sagrado. Antes bien, la autora cae en la trampa de las pautas establecidas o de una sutil autocrítica, pero sus personajes se dejan manejar aparentemente por quienes tienen el poder, y a la vez se rebelan y tratan de imponer su concepción del mundo y, como valor primordial, la libertad del individuo.

El lenguaje emblemático, las situaciones de intenso dramatismo, los estereotipos referidos a Rosas como elementos deleznables, componen un vasto fresco pleno de experiencias propias y de personal emotividad, proclive al panfleto político. Se advierte un manejo hábil de los tiempos y de la intriga, un dosificado planteo de situaciones paralelas que van urdiendo el argumento, la dramática historia que, a la manera de los folletines en boga entonces –los años 1840- va a tener un final casi feliz.

Sin poseer la dimensión novelística de Amalia de Mármol- Los misterios del Plata es anterior-, la novela ofrece rasgos destacables por su carácter testimonial y documental. Refleja una realidad social, política y económica que se ha ido haciendo más punzante a medida que transcurría el tiempo y los estudios históricos sobre nuestro pasado aceptaban o rechazaban aquellos testimonios en nada objetivos por provenir de las mismas partes.

La autora tomó como motivo de su narración un hecho verídico, cuyos personajes vivían en el momento de publicarse su libro, en 1846, seis años antes de la caída de Rosas. Juana Manso residía entonces en Río de Janeiro y su libro, lo mismo que la otra novela publicada ese año*, La Familia del Comendador, respondía a un particular estado espiritual y a la aguda añoranza de la patria.

Juana Manso era porteña, nacida en 1819. De ideología unitaria, la familia emigró en 1840 al Uruguay, donde la muchacha se dedicó a la enseñanza. Posteriormente se radicaron en Brasil, y allí Juana comenzó a escribir. Publicó una revista Jornal das Senhoras, que sería el anticipo de su Álbum de Señoritas, que apareció en Buenos Aires en 1854, con no demasiada fortuna. La familia del Comendador, una ficción basada en las costumbres brasileñas, contenía más elementos de crítica social pues aludía al trato que recibían los esclavos negros por parte de sus amor, en especial las mujeres, que eran azotadas por cualquier motivo fútil, llegando incluso a morir en tal forma. Esta novela fue publicada por la autora en el Álbum de Señoritas por capítulos.

La historia relatada en Los misterios del Plata tiene que ver, como se ha señalado, con un episodio histórico, si bien los nombres fueron cambiados. Antonia Maza de Alsina, que era esposa del doctor Valentín Alsina, hija del doctor Manuel Vicente Maza, asesinado en su despacho en la Sal de Representantes en 1840, y madre del doctor Adolfo Alsina, que fue vicepresidente de la Nación junto a Sarmiento, protagonizó un episodio de perfiles novelescos en 1835. Preso su marido en el pontón Sarandí, y condenado a muerte, lo rescató acompañada por su hijo de nueve años y vestida con ropas militares, fingiendo que debía llevar al preso por orden del gobernador. Así, acompañada por un amigo, embarcó al marido, que cargaba una barra de grillos, lo mismo que el coronel Manuel Pueyrredón, liberando a ambos y conduciéndolos al Uruguay.

Juana Manso aprovechó los detalles de esta riesgosa aventura para tejer una ficción rica en descripciones –algunas altamente poéticas- y en escenas de violencia y escarnio. No se sabe por qué, esta novela quedó sin terminar y años más tarde, al realizarse una nueva edición, se encargó a otro escritor, cuyo nombre no se conoce, que redactase un capítulo final para dar remate al libro.

De regreso a la Argentina luego de Caseros, Juana quiso renovar sus lauros de novelista pero el éxito no la acompañó, sus tareas de educadora, empero, la compensaron de aquellas amarguras, ya que, junto a Sarmiento, si bien perseguida por críticas e incomprensiones, pudo poner en práctica alguna de sus ideas sobre el tema.

Como novelista, fue una de las muy escasas del siglo pasado. A parte de ella, sólo Eduarda Mansilla de García, Mercedes Rosas de Rivera, Juana Manuela Gorriti, Margarita Ochagavía y alguna otra de escaso relieve pudo llegar al público, que, en muchos casos, prefería las traducciones de los novelistas franceses e ingleses que inundaron el mercado en la segunda mitad del siglo pasado, sin aportar obras de mayor valor o que respondieron a los intereses e inquietudes de los lectores locales.

En resumen, ser mujer y ser novelista era una empresa ardua y sujeta a críticas y aun ataques.

El Grillo Revista de Cultura. Marzo/Abril de 1992

*Nota de editor: la obra comienza a escribirla en Brasil entre los años 1848 y 1849. Publica cuatro capítulos en portugués en el periódico A Imprensa entre enero y febrero de1853. Ya en Buenos Aires, la publica en español, por entregas en forma de folletín en su periódico Álbum de Señoritas, desde el 1 de enero de 1854 hasta el 17 de febrero del mismo año, queda incompleta al interrumpirse la publicación. Se edita su versión completa en libro, con algunas modificaciones en la Imprenta de J.A. Bernheim, Buenos Aires, 1854.

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