Buenos Aires, 4 de octubre de 1868
Mi querida señora:
Con el más vivo placer le escribo por este paquete, bendiciendo la providencia divina que ha dotado en criatura de tan maravillosa inteligencia, para encontrar un medio poderoso que aproxime los objetos distantes, presentándolos á los ojos del ausente, con la precision del movimiento y el colorido de la situacion.
Acaso no tendré el suficiente talento para describir las escenas y variadas emociones que nos han agitado en estos días, pero tengo tanta fé en mi corazón, que creo será suficiente apelar á la memoria, para que la vaporosa sombra del reciente pasado, vuelva a condensarse en la consoladora realidad de ayer.
Voy pues, sin figuras de brillante retórica, á traerle nuestro itinerario de viaje a Chivilcoy, que por medio de su municipalidad invitó al Sr. Sarmiento, su fundador á visitar el pueblo de sus simpatías. Otras personas habían sido también invitadas.
El programa de las fiestas era-
El primer día- Una conferencia á beneficio de los fondos de la biblioteca Sarmiento, que recuerda Vd. fundó hacen dos años.
El segundo día, un banquete popular y á la noche tertulia en el Club del Pueblo.
El tercero, fiesta infantil de las escuelas y distribución de premios.
Ahora mi buena amiga, transportese con el pensamiento a una linda plaza, llamada del Parque, donde está situada la estación de la vía férrea del Oeste (far West).
ITINERARIO – VIAGE
A las nueve de la mañana, un tren expreso partía llevando al Sr. Sarmiento y comitiva invitada á la fuga, matizada esta, de las pálidas tintas del Otoño de la vida, en contraste con la luz acentuada del medio día de los años y de las risueñas auras primaverales de la juventud,
Gorostiaga, chivilcoyano de tipo Arabe, futuro Ministro de Hacienda, Héctor F. Varela, el fogoso tribuno de Jinebra, Josefina Carrie, sobrina del futuro Presidente, sonrosado boton de rosa criolla. Matías Behety, estudiante de la Universidad, casi un niño, con el fuego de la poesía en el alma y el candor de la adolescencia en la frente. Muchas otras personas reunidas allí por la ocasion, mezclaban sus alegrias con la efusion inocente, que anima el corazón mas frio, en esos momentos de impremeditada comunidad.
Partimos.
Que suaves sorpresas estaban reservadas en su tránsito, al héroe pacífico de aquella fiesta! Conversando todos á la vez, mirando a los lados del camino con la curiosidad del viajero, a poco andar exclamó una voz: “El Caballito abanderado”.
Le esplicaré lo que es el caballito.
Creo que en otro tiempo, esta localidad intermediaria entre lo que es hoy Almagro y la antigua aldea San José de Flores, debió ser alguna pulpería que ostentase sobre su techo un caballito de hierro, enseña propia del comercio del dueño de la casa.
Hará cosa de ocho años, un Sr. Negrotto que ha hecho de la enseñanza la profesión de su vida entera, fue a establecer allí un colegio, y comenzó el magnífico edificio conocido ahora por “Seminario Anglo-Argentino de Caballito” que acaba de escribir en letras doradas al frente que mira al camino.
“Al maestro-escuela presidente “Sarmiento”.
Ya sabe vd. pues lo que viene á ser el Caballito. Allí, nos esperaba una sorpresa. Los alumnos vestidos de gala, formados en ala con su bandera al frente, sus profesores y el vecindario. El tren hizo alto, y un hurrah juvenil, se prolongó á la distancia despertando los dormidos ecos del espacio.
Una magnífica corona de laureles fué ofrecida al Sr. Sarmiento y un jovencito Senestraro, corazón por mí adivinado, me presentó un lindo y fresco ramo de flores, á mí, que formando parte de la comitiva volvía á Chivilcoy á tomar parte en la conferencia á beneficios de la biblioteca.
El Sr. Negroto subió con nosotros al tren y seguimos nuestro viaje. A poco andar empezó a llover, no obstante eso en la Estación General Rodriguez, los niños de la escuela á caballo, al pasar el tren levantaban en alto sus sombreritos.
En cada estación de la línea, encontrábamos las Escuelas, vitoreando al amigo de los niños. Dejo á su noble corazón comprender las emociones que nos agitaban, tan dulces y lejítimas.
El Director de las ferro-carriles, D. Emilio Castro, habia tenido la galanteria de amenizar el trecho árido del camino, con un abundante lunch, compuesto de una cabeza de chancho, alusión a una de las festejadas ocurrencias del Sr. Sarmiento, conocida por el chanchito de las Provincias, habia además, sandwichs, vinos, café, etc.
Las inmensas llanuras desiertas de nuestros incultos campos, traía a la memoria de nuestro amigo, sus viajes por el farwest, los inmensos plantios de maíz, los pintorescos cottages, y la memoria de V. se mezclaba á cada instante a nuestras conversaciones: con las esperanzas para el porvenir, los inocentes planes de dotar de tierra a los desheredados y de Escuelas á los niños que todo lo esperan de nosotros!
Y así llegamos a Freire, pasamos á Gorostiaga, hasta que los cohetes voladores y los lejanos repiques y las banderitas de los ranchos ondulando al aire, nos anunciaron que llegábamos á Chivilcoy.
CHIVILCOY
El pueblo entero estaba en la estación: la música, las vivas, las lágrimas, todo se confundía en una emoción sola de puro contentamiento, que no era el triunfo político, sino la amistad, la gratitud, el pobre labrador, para el autor de las leyes agrarias que sirven de base á su creciente prosperidad. Allí no estaba el futuro Presidente de la República, sino Sarmiento, el amigo de Chivilcoy, el padre de Chivilcoy.
Un día de felicidad sin nubes!
Nos dirijimos a la Municipalidad adonde me adelanté en un carruaje porque el señor Sarmiento iba á pié con una crecida multitud de ciudadanos que habían acudido de todos los puntos circunvecinos y del mismo partido.
Esa masa casi compacta, se componía de hombres, niños y mujeres.
Apesar de mi júbilo, pensaba en Jerusalem, felizmente la teníamos a la espalda de Chivilcoy es Cafarnann.
Su recepción en la Municipalidad fué sencilla, lo recibí yo en la puerta del salón por encargo de las escuelas, las que entraron al patio con música y lo selecto del vecindario.
De allí, el Sr. Sarmiento con las señoras que lo acompañaban y que son de su familia pasaron á casa del Sr. Don Carlos Fajardo, excelente joven vecino y escribano de Chivilcoy, yo me alojé en frente, en casa del Pastor Luterano Krausse y lo demás de la comitiva por otros rumbos.
El Sr. Sarmiento pasó á visitar al instante a la familia de Krausse, su compadre, y el primer poblador, el primer Pioneer de Chivilcoy que plantó su carpa en el pajonal desierto.
Á las cinco nos reunió un esplendido banquete en casa del hospitalario Fajardo, padre de dos preciosas criaturitas, una mi predilecta Hada, nombre simbólico porque es encantadora.
Que alegre comida, al lado de mi amigo! Cuantos chistes y gracias inocentes, que alegría tan pura! Asi los días son un soplo!
Terminó el banquete á las ocho y cuarto, hora en que se retiraron unos a conversar y otros á prepararse para la Conferencia, cuyos billetes de entrada fueron arrebatados por el público, ávido de ver al Sr. Sarmiento, y de oír al orador de Ginebra.
CONFERENCIA
Chivilcoy tiene un teatrito, obra exclusiva de Krausse, el pioneer Alemán, aunque muy pobre hoy, porque está arruinado, él lo presta gratis para objetos de pública utilidad, y para las primeras conferencias ó lecturas, aun el alumbrado era costeado por Krausse, con el más perfecto desinterés.
El proscenio reservado á los lectores, estaba no obstante adornado de damas y caballeros presidiendo virtualmente la concurrencia el Sr. Sarmiento.
Tócame abrir la lectura con una preparada exprofeso para el momento. Se la enviaré publicada muy pronto.
Sucedióme en la palabra el jovencito Behety ya nombrado. Su voz estaba muy conmovida; sin embargo no dejó de estar harto feliz para haberse fiado a la improvisación, porque existe una verdad eterna de la que no se compenetrará la juventud, hasta que la experiencia de la vida no se la enseña; y es que la reflexión nunca va lado a lado con la improvisación, resultando que la primera deja impresiones indelebles por la enseñanza, mientras que la segunda por brillante que sea es como la ráfaga de perfumes, que pasa con la rapidez de la brisa.
Después de Behety, leyó D. Santiago Estrada, sobre asuntos locales, relativos á la fundación de Chivilcoy, y estuvo feliz en su lectura.
Héctor Varela se había reservado la parte difícil de la obra, el extracto razonado y oratorio de las lecturas.
Varela es un hombre cuyo espíritu conserva el molde de los Girondinos de 1793, á mis ojos es todo su defecto. La figura esbelta, elegante, simpática, la voz sin ser voluminosa, suave y vibrante por sus venas corre una sangre volcánica, que impregnándose á su palabra, recorre el auditorio como un aire de llamas, que incendia los corazones y las cabezas; es el tipo acabado del tribuno republicano revolucionario.
A la cabeza de un motin lo seguiria todo el mundo, porque á la palabra sabe unir la acción, y más de una vez ha jugado la vida al azar de las balas. La oración se elabora en su cerebro, y salta chispeante de sus lábios como la cascada impetuosa del torrente. He pedido a este hombre tan inteligente y tan entusiasta por la libertad que cuando la viva es como una explosión eléctrica, que vaya a los Estados Unidos; hasta hoy no he podido conseguirlo. Habla inglés, francés, italiano, y es por lo demás un hombre europeo. Él fué la estrella de la Conferencia, por eso se lo describo con más detención y porque el episodio de Ginebra le ha dado una popularidad universal.
Los intermedios fueron amenizados por señoritas dilentatis, que tocaron el piano.
La lectura terminada se empeñaron muchos en que el Sr. Sarmiento dijese algo; condescendiendo, efectivamente dirijió algunas palabras á la concurrencia, y del teatro pasamos al Club de Chivilcoy donde se conversó un poco y se oyó el piano.
Con esto terminó el dia.
ALMUERZO EN EL HOTEL – LAS ESCUELAS
A la mañana siguiente del 2, la Municipalidad nos obsequió con un magnífico almuerzo, enseguida del cual, pasamos á la Escuela Municipalidad de varones, y después de presenciar algunos ejercicios militares y oir cantar a los niños, nos dirigimos al otro Salón ocupado por las niñas. Permítame hablarle de la Preceptora de esta Escuela de la Sociedad de Beneficencia.
La señora a cargo de esta, es Da. Petronila Benitez, maestra hace por lo menos treinta y cinco o cuarenta años. Soltera, su vida entera ha estado dedicado a la enseñanza. Sus ojos han llorado muy á menudo, lo revela su tristeza. El año pasado perdió su hermana y sobrinas, en breves días. Es muy pobre y su sueldo es tan módico que apenas puede vivir, jamás, un elogio, o una palabra de simpatía ha ido á acariciar su pobre dolorido corazón; el otro dia sin embargo, ha obtenido uno de esos pequeños triunfos, que son el consuelo del humilde, dejándole un recuerdo inolvidable en su vida. Ofreció también ella que cantarían sus niñas.
Admírese vd. mi buena amiga, en la escuela de varones acabábamos de oir cantar versos de pasiones amorosas incendiarias; juzgue vd. por esto:
Yo amé una niña hechicera
Más pura y bella que un serafin
Y fue la ilusión primera
De los amores que yo sentí.
Lo demás de la canción es el corolario.
Petronila Benitez por el contrario, conservaba en su escuela el Himno á Rivadavia que me fue pedido por el Sr. Sarmiento en 1859. Yo en esa ocasión escribí dos dedicando una á Rivadavia y el otro á Sarmiento, el continuador del primero, nuestro amigo que tiene rasgos de modestia que lo elevan más, borró su nombre y las estrofas alusivas, uniendo todas las demás en un solo canto.
El triunfo moral estuvo pues del lado de la pobre olvidada.
No crea por esto que la culpa de cantarse canciones profanas, tenga otro causal que la irreflección del maestro de música.
Ahora confio que aprenderá.
BIBLIOTECA
La mayor parte del dia se pasó en el salon que contiene el pequeño plantel de los libros donados hasta hoy y salvados por Krausse del extravío durante los amargos dias del cólera.
La concurrencia de caballeros y señoras, fue numerosa y selecta; el Sr. Sarmiento habló bien y largamente sobre el objeto, y emitiendo ideas nuevas que espero serán la semilla bienhechora.
Dijo con mucha gracia que los libros remitidos allí, eran chafalonía; yo protestaría a lo menos por uno solo de los cien que doné: “Diez años de destierro” por Madame de Stael. Hay memorias que no se pierden y libros que jamás dejarán de leerse con interés, ese es uno de ellos.
BANQUETE POPULAR
En el patio toldado de la casa Municipal, estaba preparada la mesa del banquete; los tres cubiertos presidentes estaban al fondo. El Sr. Sarmiento al frente el Sr. Gorostiaga a su derecha-yo a su izquierda, infelizmente el primero no asistió por hallarse indispuesto.
Dos fotógrafos tomaron la vista, nuestro amigo le enviará alguna probablemente, y con ella recibirá Ud. una banderita norteamericana que el Inspector de Escuela de esta provincia D. Santiago Estrada tomó de un ramillete exprofeso para V. como verá por el papelito que la acompaña, escrito de su letra a lápiz.
El banquete no era sino la ocasión de oír al señor Sarmiento, fue una comida donde se ha conversado agricultura, leyes agrarias, sementeras, máquinas, escuelas, más de lo que se ha comido.
Al comenzar el banquete, el señor Sarmiento propuso tres brindis. -Al Presidente Mitre –Al Gobernador Alsina – Al Dr. Vélez Sarsfield futuro Ministro del Interior-Infelizmente no llegaron en aquel instante a su destino por hallarse descompuesto el telégrafo, rotos algunos hilos.
A la mitad de la comida, el señor Sarmiento leyó su magnífico discurso que vd. encontrará ya traducido al inglés en el “Standard” de Buenos Aires.
Después del señor Sarmiento, los oradores más notables fueron Varela, Eduardo Olivera, joven de una instrucción sólida y práctica, agricultor de profesión, vecino del partido y ex diputado de la Legislatura provincial por Chivilcoy.
Hablaron también, Dardo Rocha, joven de una notabilísima inteligencia, vecino de Chivilcoy, el Dr. Ocanto, un inteligente Juez de Paz de Areco, otro pueblo de la Campaña, cerrando los brindis el viejo Krausse a nombre de Chivilcoy, y por esa ocasión el señor Sarmiento recordó al vecindario los muchos y oportunos servicios que ese honrado vecino había en más de una ocasión prestado a Chivilcoy.
Después del banquete, hubo un precioso episodio bucólico a todos y que tuvo lugar en la posada donde se hospedaba Héctor Varela con porción de personas, convidados especiales suyos.
Al salir del Parque, alguien vio con pesar que el cronista de un diario opositor acerbo de la persona del Sr. Sarmiento, se mezclaba á la alegre comitiva para oscurecer el cuadro á la vuelta; pero el joven que llevaba tan pobre encargo para lo que su inteligencia promete, y lo que su intrepidez nos da derecho a esperar, no pudo resistir a las mudas seducciones de aquella viva confraternidad, de aquella reunión numerosa donde no había disonado una sola nota contra los vencidos y ya olvidados enemigos electorales de ayer. Ese noble joven, soldado de la guerra del Paraguay con diez balazos en Curupaití, desde aquel momento se deslizó de su poco agradable comisión y se reconcilió con los que había ido a criticar y que su conciencia le dictaba antes, elogiar respetándolos.
Que lindo rasgo, no es verdad? que noble alma debe tener el que no ha tenido fibras de palo, sino de alambre eléctrico para responder a la misteriosa simpatía de sus ideas generosas!
No estuve en el baile del Club;-necesitaba reposo.
Esperabamos al día siguiente asistir a la función de premios, pero una abundante lluvia obstó a este placer. Creo que una más activa distribución del tiempo hubiera evitado ese desagrado.
Entre los episodios interesantes de las fiestas, no debo olvidar el almuerzo del 2 de octubre, un niño de 3 a 4 años de edad, que recitó unos versos en español y otros en francés.
Qué preciosa criaturita! Qué inteligente y qué lindo! Ese niño chivilcoyano es hijo de otro Sr. Gorostiaga y de la Sra. Emilia Lacroze de Gorostiaga.
LA VUELTA
Lloviendo á buen llover, con los campos inundados, fué preciso ponernos en camino, porque en esta la última semana que le queda al Sr. Sarmiento para prepararse a su recepción de la presidencia.
La alegria no se habia agotado, aunque a ella se mezclase aquel algo misterioso de la separación aunque sea momentánea. Cárlos Fajardo fue de los últimos que nos dejaron, habia sido el más infatigable de todos en obsequiarnos.
Casi toda la vuelta, el Sr. Sarmiento, vino recostado a una ventanilla del tren, y la posición de los asientos paralelos a los costados del carro, solo le permitían mantenerse de rodillas, para guardar esa posición. Silencioso, meditabundo, la mirada que V. le conoce, perdida en estos campos de ásperos cardales, parece que estuviese haciendo una vista retrospectiva de su vida entera, y que como el Cristo, se preparase por la oración del Huerto a
subir al Calvario de donde bajó Rivadavia, no para descansar en la tumba, sino para sufrir la prolongada agonía de la expatriación!
Resistencias obstinadas lo esperan, ambiciones personales sin número lo rodean, pero no le faltan hondas simpatías, y amigos que le han de prestar el concurso de su brazo.
Al bajar del tren, hallamos las calles de la ciudad convertidas en ríos y la noticia que ha habido algunos ahogados.
El amable joven Halbach, le escribirá, y sin perjuicio de esa carta, me he extendido tanto, creyendo complacerla.
Nuestra última sorpresa del camino a la vuelta, fue todavía el Caballito.
Destacándose del fondo oscuro de la noche se divisaba la blanca sábana de sus paredes iluminarse el reflejo de una espléndida diadema de luces. El tren paró, pues recién regresaba el señor Negroto y al silvato de la locomotora en el silencio del campo, respondió desde el Seminario un hurrah! prolongado y repetido por cien bocas infantiles. Hurrah! al padre que regresaba al hogar, hurrah al amigo de los niños, que pasaba!
Oh! Si los tiranos, si los perversos, pudieran convencerse cuán dulce es ser amado por los humildes, por los niños y por los labradores ¡cuán de prisa se arrepentirían!
Las batallas de Sarmiento han sido las de la razón contra la ceguera, las de la civilización contra la barbarie, sus triunfos son los de la tribuna, su gloria, las escuelas, y toda su ambición hacer el bien y la felicidad de su patria! Dios lo proteja. A Dios, mi querida amiga.
Juana Manso
Ortografía original. La Tribuna, martes 6 de octubre de 1868.
Agradecemos a Juan Manuel Tiscornia, estudioso de Chivilcoy, que halló y facilitó esta carta para que la podamos difundir. La profesora Karina Belleti transcribió el microfilm.
Adjuntamos el famoso discurso, que presentaba su Programa de Gobierno.
DISCURSO DE SARMIENTO, Sábado 3 de octubre de 1868, «Les prometo hacer cien Chivilcoy». LEER