La falta de un órgano educacionista en la Prensa, contraído con especialidad al estudio de las cuestiones cuya solución afecta los intereses más caros, y el más lato desenvolvimiento de la enseñanza, ha causado como una paralización en el movimiento progresivo de la instrucción de Buenos Aires, y hecho comprender el inmenso impulso que ésta recibía bajo la vigorosa cuanto entendida dirección del Sr. Sarmiento.
Las cifras presentadas por el Departamento de Escuelas y que se registran en este número de los Anales, presentan un déficit, de 1836 niños, y aun cuando la deficiencia de datos de los establecimientos particulares pudiera hacer suponer que es esa la causa de tan grave mal, y aun dando de barato que los datos negados por los preceptores particulares, encerrasen cifra mayor que la que resulta en déficit, ¿ha seguido acaso el desarrollo de la enseñanza el aumento progresivo y sistemado que se notó desde 1857 época en que el Sr. Sarmiento se puso al frente de las Escuelas?
¿Está esa cifra de niños que reciben escuela, en armonía con el aumento de la población en estos últimos cinco años? ¿Han se creado tantas Escuelas como la población necesita?
¿Por qué una Provincia tan rica de recursos, y con todas las facilidades y oportunidad de recursos, ha dejado ir en deriva su instrucción pública?
¿Por qué se ha descuidado levantar un censo regular de la población?
¿Por qué se interrumpió la publicación del movimiento de Escuelas?
A la vez que en toda la campaña se alzan hermosos edificios para la Educación, en la ciudad ha decaído el espíritu parroquial, a punto de no funcionar en ese carácter sus dos únicas magníficas Escuelas, y resiéntese la enseñanza de un cierto mal estar, una flojedad en los resortes administrativos, como de máquina que anda sin tino porque le falta el motor principal.
Sin embargo, no hay mala voluntad en nadie, lo que hay es que faltó el alma del Departamento de Escuelas con la ausencia del Sr. Sarmiento: el P. E. recargado de tareas y complicados negocios, no puede estar en todo a la vez, hay general indiferencia, porque la opinión, si existe, es en el estado de instinto, falta una vigorosa e inteligente iniciativa, y las medidas tomadas para activar el movimiento educacionista, no han producido el resultado que se esperaba porque el espíritu público no las segunda. Existen dos causas fatales que obstan al progreso de la institución y que voy a señalar a la atención de los pensadores como de los gobiernos.
Falta en primer lugar la opinión esta es la palanca de Archimides, que levanta escuelas, las llena de niños, contribuye con su dinero y con su eficacia allana todos los obstáculos.
No se gasta todo lo preciso, hay mezquindad en todo lo relativo a la Educación, acaso porque falta la opinión que no está formada, ni en el pueblo, ni en el Legislador.
Son necesarios muchos millones, y mucha perseverancia para alcanzar algún resultado.
El genio de Sarmiento suplía a todas estas faltas; él creaba la opinión porque no desperdiciaba oportunidad, de escribir, de hablar, repitiendo siempre lo mismo, engalanado con las flores de su elocuencia. Es preciso abrigar un volcán en el alma, y aprender a entibiar el hielo de los otros: Sarmiento inventaba, ¡trapaceaba con la ignorancia, para arrancarle un centavo para las Escuelas!
Hoy en el presupuesto de los gastos, figura en el Mensaje del Gobierno de la Provincia, la Beneficencia y la educación confundidas, mientras que son dos objetos muy diversos; la educación es un medio político, un ramo estadístico, pertenece a la Economía Política y Social; de su mayor difusión pende el destino de los pueblos y de los hombres; la beneficencia es un objeto secundario, de mera filantropía.
Son pues, las causas fatales que obstan al progreso en esta provincia, la incuria general y una mezquina economía que deja de obrar el bien por ahorrar los pesos, gastando el doble en objetos de menor importancia, debiendo ser la Educación su mayor erogación.
Ιnstruccion Ρública en la Provincia de Βuenos Αires. Anales de la Educación Común. Volumen ΙΙΙ. Βuenos Αires, Agosto 30 de 1865, Νúm., 26. Pág. 15. LEER COMPLETO