¿Quién recuerda que Juana Manso, además de ser una educadora estimable, fue la autora de la novela Los misterios del Plata. Episodios históricos de la época de Rosas, escrita en 1846 o 1850 — según los biógrafos — y publicada primero en portugués en el Jornal das Senhoras, de Rio de Janeiro? Por ahora lo que nos interesa es el prologuito titulado «Una palabra sobre este libro», donde leemos:
Los Misterios del Plata, van a ofrecer con los hechos históricos y leales un amplio conocimiento de estos países, desconocidos por unos y calumniados por otros.
Insistiendo en la historicidad de la novela, añade enseguida la autora: Llamamos la atención de los lectores sobre las notas de este libro. Efectivamente, abundan las notas aclaratorias a pie de página, firmadas con sistemática regularidad «La Autora». Una de ellas dice textualmente haciendo hincapié en la realidad de un personaje:
El héroe de este romance histórico es don Valentín Alsina. Como se publicase antes de la caída de Rosas, se hizo uso de seudónimo de Avellaneda para perpetuar el mártir de Tucumán.
Aquí alude a uno de los opositores de Rosas, que había sido fusilado. Juana Manso suele agregar entre paréntesis el adjetivo Histórico después de casi todos los hechos relatados. Con la obsesión de ser creída como testigo fidedigno, en el mismo cuerpo de la novela, hace afirmaciones de esta clase: Lo que escribimos no es un romance, es la relación de acontecimientos muy recientes (capitulo XXIII). En otro lugar, refiriéndose al carro que llevaba procesionalmente el retrato de Rosas, dice que iba tirado por cuatro señoras (…) cuyo nombre debe conservar la historia y escribe con todas las letras los apellidos de aquellas damas. En el capítulo XXVII, «Los corta-patillas», aludiendo a un decreto del dictador, asegura a continuación que es histórico; y hace esta profesión de fe :
Los hechos que evocamos siempre serán verdaderos como cuanto contiene esta obra. La Autora.
Juana Manso asume este reivindicado sometimiento a la realidad histórica, hasta amoldar su escritura a las pautas idiomáticas de su tiempo, según declaración suya en una nota al final del prólogo, firmada como siempre «La Autora»:
El lenguaje empleado en esta obra es casi semejante al que se usa en el país, y si alguna diferencia tiene es en ventaja ; es decir, menos grosero.
(….)
Con Los misterios del Plata. Episodios históricos de la época de Rosas, Juana Paula Manso de Noronha nos da la primera novela que no se nutre de la época colonial o de las guerras de independencia, sino de los sucesos vividos más o menos personalmente por el autor del relato. Como lo harán Dumas o Mármol algunos años más tarde, Juana Manso torna abiertamente el partido de los que se oponen al régimen impuesto por el dictador de Buenos Aires, y denuncia los horrores cometidos en su nombre. Primitivamente titulada Guerras civiles del Rio de la Plata esa novela se estructura según la dicotomía típica del romanticismo, aficionado a dividir a los protagonistas en hombres o mujeres ángeles y hombres o mujeres demonios en los Misterios del Plata, los demonios son, por supuesto, Rosas y sus secuaces. Los ángeles son los unitarios, simbolizados en Avellaneda, personaje sublime, abnegado y rico en prendas morales y físicas. El héroe intachable quiere huir a Montevideo pero lo interceptan los esbirros del tirano; y debe la salvación a un gaucho y a un campesino, antiguo soldado de la guerra de independencia, que, compadecidos y maravillados por la nobleza y ecuanimidad del preso, preparan su evasión, la bondad instintiva de esos hombres de clase humilde le dicta a Juana Manso un párrafo donde se resume la significación ideológica que la autora quiso dar a esos episodios:
¿Por qué se ha de hacer un delito a toda esa masa de hombres ignorantes, que siguen a Rosas, desenfrenados por la creencia de que la libertad es el derecho de hacer cada uno lo que quiere? hombres que se persuaden que la causa Americana y don Juan Manuel Rosas son la Trinidad Política, un mismo y solo individuo, que creen que para ser verdaderamente americanos necesitan parecerse a los pampas, odiar cuanto no sea atraso o retroceso y considerar como antinacional cuanto no sea grosero, grotesco y ordinario: lenguaje, vestido, maneras, cuanto rasgo puede, en fin, caracterizar un pueblo!
Además de ofrecer un cuadro animado de la sociedad argentina, la novela rebosa de reflexiones novedosas y originales relacionadas con las preocupaciones de los pensadores rioplatenses de la época, como ser: la condición femenina, o la educación que hace falta dar al pueblo para infundirle conciencia cívica. Se reconoce en esas preocupaciones a la educadora enérgica que fue colaboradora y amiga de Sarmiento.
La buena dosis de historia nacional que hay en Los misterios del Plata es señal asimismo de una vocación de historiadora que la autora revelaría más adelante con la publicación de un Compendio de la historia de las provincias unidas del Rio de la Plata, destinado — según reza el título — para el uso de las escuelas. La edición de 1862, la que he consultado, viene encabezada con una carta elogiosa de Bartolomé Mitre, quien compartió con ella en su juventud, como lo hemos visto, el deseo de imaginar un contrapunto entre historia y ficción en una obra literaria. Así, pues, desde sus orígenes, — digamos mejor rioplatense, incluyendo a la Banda Oriental —, resulta de una amalgama entre historia y ficción, con el declarado designio de hacer obra americana. Imitando a Cooper, Scott y los folletinistas europeos, los escritores de la región van creando asimismo una literatura original cuya modalidad histórica, afirmada ya en sus primeros cultores, es una de las constantes de esa literatura.
Recién nacida, aquélla no cuestiona la historia, como lo suele hacer la literatura hispanoamericana del siglo XX, tratando de dar perspectiva y cuerpo a la indagación problemática de una idiosincrasia reconocible, o denunciando en la historia oficial una alienación impuesta por los que la escribieron, un engaño, o considerándola como un espejismo movedizo. Al contrario, su meta era buscar y pregonar una identidad. Pero no cualquiera. De ahí su compromiso educacional, social y político incompatible con el régimen dominante de entonces. De ahí también el destierro de todos los artífices de esa literatura. En suma, antes de Amalia los rioplatenses sentaron las bases de una especie literaria sui generis, que no se modificó esencialmente hasta nuestros días, en que tenían cabida lo mismo los relatos inspirados en episodios americanos del pasado remoto que las obras de ficción que novelaban con intención crítica los sucesos de la actualidad.
Paul VERDEVOYE
Verdevoye Paul. Historia y americanismo en las primeras novelas argentinas. In: América : Cahiers du CRICCAL, n°14, 1994. Histoire et imaginaire dans le roman latino-américain contemporain, v2. pp. 13-24. Artículo completo