Hace tres días que una humilde tumba, se abría en el silencio de la indigencia, para recibir los restos mortales de D. Hilarión Moreno; sin que una sola voz amiga se haya alzado entre sus compatriotas, para dirigirle ese adiós eterno, último tributo de la sociedad al miembro que la abandona, al hermano que se aleja para siempre de su seño.
No es extraño ese silencio: D. Hilarión Moreno ha muerto en la miseria!
Joven, formó en las filas de la Universidad; más tarde la persecución que envolvía a todas las personas inteligentes e ilustradas, le hizo trasponer los Andes.
Veinte años comió el pan del destierro, ganando el sustento con el sudor de su frente.
Moreno fue uno de los hombres que honró por su conducta, el nombre argentino en Chile.
En 1860, el Gobierno de Buenos Aires le facilitó recursos con que transportarse a su patria, colocándolo al frente de la segunda Escuela Parroquial que se fundaba en el país.
Corazón honrado, excelente padre de familia, hombre de conocimientos generales pero modesto, patriota sincero, hace seis meses que fue puesto en medio de la calle con su numerosa familia!
Después de cinco años de servicios, a pesar de hallarse gravemente enfermo, se le destituyó, atribuyéndoles la decadencia de una escuela, que necesita para funcionar cumplidamente, del espíritu parroquial que la ha abandonado.
La destitución del Sr. Moreno, fue una iniquidad, una venganza; lo decimos con la frente alta, ante Dios y los hombres, sobre la tierra removida que cubre sus despojos.
D. Hilarión Moreno era uno de los pocos hombres que hubiera podido ser útil a la juventud bonaerense; sin embargo, en la indigencia, como casi todos aquellos que no adulan a los magnates, y aman su patria por ella misma.
Ha muerto, como mueren los mártires, solo y lleno de dolores, pospuesto por los hombres de su partido, y comprando con la desgracia de los suyos, su libertad de pensar y su libertad de decir.
Los que juraron la pérdida de D. Hilarión Moreno, los que enfermo y cargado de una numerosa familia, lo arrojaron a la calle, que se regocijen, su víctima ha dejado de existir: y los espera en la eternidad donde hay un solo Juez para todos!
Juana Manso
Buenos Aires, Junio 24 de 1865.
La Revista Literaria, Periódico Hebdomadario de Literatura, Montevideo, julio 9 de 1865. Año 1- N° 10.