Ortografía original
Nueva York, Octubre 15 de 1867.
Señora Da. Juana Manso de Noronha.
Mi estimada amiga:
He recibido con el costo de algunos centavos cinco de los Anales, y dejado en el correo otro por el que pedian pesos 2.80 deporte. Por qué vía vino este último? Guárdese de frecuentarla en adelante.
En uno de ellos he leido con placer, créamelo, la carta que me dirije en letras de molde. Para tales asuntos ese es el camino directo. He leido el discurso que motivó la ovación de Chivilcoy, la carta dirijida á la Lejislatura de Buenos Aires, sus lineas traducciones de los cánticos de su admiradora Mrs. Elizabeth Peabody, que actualmente viaja por Europa, y estuvo con Laboulaye en Francia; y he recorrido con placer el contenido de los Anales que redacta con tanta inteligencia y mucho honor al pais.
Habíale escrito ántes de ahora, alentándola porque ya me parecía tiempo de que alguna manifestación de ese género, diese cuerpo á los muchos artículos que he visto publicados. Esos denuestos lanzados á la publicidad son como la semilla de cardo que se introdujo de Europa ahora pocos años.
Lo que ha sucedido en Chivilcoy (y siento á fé que en Chivilcoy haya sucedido, ¿por qué no fué en otra parte?) lo que allí sucedió, tiene otras causas que las aparentes, y no se refieren á Vd. Habría sucedido á cualquiera otra persona, provocado cualquier otro motivo. Son las lecturas las que irritan. Es la primera vez que se introduce la práctica de hablar al público sobre cualquier materia El púlpito solo estuvo en posesión de esta prerrogativa. Hoy lo está el pensamiento. Aquí es la libertad misma, toda la libertad; pero aquí la libertad lleva (no lo diga allá) un garrote en la mano y un revolver en el bolsillo para asomer á los que pretenden estorbar á otros el uso de la libertad propia. La libertad asi armada se llama Policimen, y no hay reunión pública en que no se halle presente este guardián de las libertades del pueblo. Lo he presenciado. Cuando en el Instituto de Cooper se reúnen tres mil almas á oir discursos, lecturas, etc., sobre todas materias, los policimen figuran cariátides apoyados en las columnas de hierro que circuyen el vasto recinto. Si una voz se levanta, si una esclamacion siquiera se escapa en impugnación ó desaprobación del orador, vése al jigantesco policeman salir gravemente, con un respetable ciudadano (si tal pretende serlo) tomado del cuello para deponerlo en la calle, como sabandija dañina. Ay del que replique ó resista! Entonces el policeman pide una camilla para conducir al hospital los descompajinados miembros, y ver si tiene compostura lo abollado ó roto, que es generalmente la cabeza! El pueblo en masa, el público está ahi para apoyar al injuriado? No! al policeman, porque éste representa al pueblo, es su guardia, es enfin lo que le decia antes, la Libertad armada.
Los que querían ejercer la critica en tales casos, han equivocado el lugar ó la hora. Acaso en el edificio del frente ó en el mismo dos horas después, se reunirán los que piensan como él, y allí aplaudirá sus correlijionarios. La razón de esta severidad es obvia. Entre los que impugnan y los que sostienen una doctrina puede travarse una riña, y en llegando á las manos, correr sangre del pueblo mismo. ¿Por qué el sacerdote puede decir cuanto le viene á cuento, sin escitar murmuraciones? El que habla es el sacerdote de la República, de la libertad humana, y nadie ha de interrumpirlo.
El mal está entre nosotros en que no conociendo de la libertad sinó las orjias de las revoluciones francesas que la deshonraron y perdieron en Europa, no tenemos en la sangre y en los huesos, sinó solo en las ideas el gobierno, como decia Andrew. La libertad tiene entre nosotros por enemigos á sus hijos, y ni en las formas ni el decoro que para con los individuos guardamos, se observan con las ideas débiles. La lejislatura es una idea, débil aun, representada por una veintena de hombres ante una muchedumbre que cuenta por cientos. Qué va Vd. á decirles que esos veinte hombres son el pueblo y á mas del pueblo el saber del país, y á mas la tradición de la humanidad! La urna electoral compónela una mesa coja, y media docena de jueces improvisados. Como hacerle comprender á la fuerza corporal que esa es la cuna de la cuna de la República y que pueden sofocarlas en sus luchas de pujilistas. Cuando Vd. reciba azafétida en sus vestidos no culpe de ello al pueblo. El que lo hizo es el mismo que acude á las puertas de los templos á estrechar el paso á las mujeres con codicias torpes.
Cuando Vd. reciba el bautismo de San Estéban, el primero de la larga lista de lapidados, no era á la escritora, el lecturer, al educacionista. Qué importa todo eso, para escitar pasiones de ese jénero? Era, ¿lo creerá Vd? á la mujer intelijente. ¿Sabe Vd. de otra argentina que ahora ó antes haya escrito, hablado ó publicado, trabajando por una idea útil, compuesto versos, redactado un diario? Saben que existen dos en España, porque de una se halda, alguna en Chile, sino es la señora Solar que ha colgado su lira, como yace rota sobre su tumba la pluma de la malograda Clara Condarco? ¿Se rompe asi no mas la tradición del servilismo oriental que legaron á la mujer los árabes, dejándola la mantilla para que oculte el rostro, el sentarse en el suelo en la mezquita, que solo la española conserva en la iglesia cristiana? Una mujer pensadora es un escándalo.
Ay, pues, de aquel por quien el escándalo venga! y Vd. ha escandalizado toda la raza. Sufra Vd. por tanto, con pena tanta dicha! El camino queda franco, y esas piedras que la arrojaron embarazaban el tránsito. Si hubiera Vd. visto como yo en París á los sabios franceses acompañando y honrando á una norte-americana doctora en medicina, que visitaba hospitales, escuelas públicas y museos osteolójicosl Y en qué época tal manifestación! Seis ediciones en seis meses se han hecho en Londres de la Nueva América de Dixon. En un viaje recientemente hecho á los Estados Unidos, después de estudiar el Sur y el Norte, los partidos, los libertos, el Congreso, el mormonismo, los shakers y el pueblo, resume sus observaciones en estas palabras: “Cuanto vi el cambio que se está operando en la vida actual del hombre y la mujer en América, bajo el impulso de aquellas pasiones capitales, es lo que he querido pintar en estas páginas”; y de su libro puede deducirse lo que el soldado de la Duquesa de Gerulstein para quien todo es affaire de femme. Para Dixon cuestiones políticas en¬tre Sur y el Norte, libertad de los negros, etc., todo tiene en sí, woman’s rights! relijion mormonismo shakers, espiritualismo, una sola cuestión, posición social de la mujer; educación, ciencia, dar títulos de suficiencia igualmente á la mujer que al hombre, en las Universidades, ocho horas de trabajo en su previa solución en igual salario á las mujeres que á los hombres por trabajo igual; ya que no puede mandárselas á morir ,de hambre cosiendo, pues la máquina de coser ha dignificado el humilde arte, de manera que los hombres no se avergonzarán de coser. Una sola fábrica en Boston hace mover tres mil. Las señoras en Inglaterra fueron los verdaderos promotores de la emancipación de los negros y persecución del tráfico de carne humana. La sociedad de Beneficencia de Buenos Aires, bajo la tiranía salvaje ele Rosas salvó las escuelas de mujeres fundadas por Rivadavia.
Escribíame su amiga de Vd., Mrs. Mann, hace tiempo sobre la benéfica influencia que han ejercido en los mas nobles movimientos de este pais las mujeres: envióle orijinal la carta para que verifique las fechas.
La de Vd. es del 3 de Mayo, la de ella, sobre la honrable posición que ocupan las mujeres aquí, es del 14, en contestación á alguna mía intermediaria en que le hablaba de Vd.; pues la carta concluye como Vd. verá diciendo: “Thy did (the women) á magnificent wark which others followed up. With Juana Manso and your sisters for leaders, whal may not your country women do for education.”
Habia, pues, yo provocado el asunto entre el 4 y el 11 de Mayo, tiempo que debieron llegarme las primeras ondas etéreas, qué sé yo, que conmovidas allá en el estremo Sur América en las simpatías del alma, traian hasta este otro estremo la sensación penosa, que sin saber porqué nos pone inquietos, tristes, como si alguno estuviera en peligro en el mar, y nos ajitamos al parecer sin razón. Transcribo el bellísimo trozo de la carta, que me ha enternecido al traducirlo, reservando para Vd. del orijinal el primer asunto, á fin de que sirva de lección, y vea como la amistad sabe apuntar errores, y prever las dificultades que la imprudencia ó un escesivo celo pueden crearnos. Vd. pues entra en el camino de esas mujeres que hicieron una obra magnifica que otros siguieron ó seguirán después. ¿Por estar Vd. sola allá es menos meritoria la obra ?…
“Como éste, dice su amiga, podría repetirle á Vd. muchos casos de damas perfectamente educadas entre nosotros, que se han dedicado á maestras y enseñando laboriosamente durante años por puro amor de hacer bien por ese medio, y aun consagrado el producto de lo que asi ganaban á la educación de aquellos que no tenían como pagarla.
Una de estas fué profesora de matemáticas en el Colejio de Antioquia cuando los teníamos nosotros: y qué linda mujer era! Enseñaba el curso de matemáticas en la Universidad de Harvard sin libro! |
Ha consagrado su bella vida á la causa de los Libertos, después de haber depositado en la fría tierra, – debí decir después de haber enviado al cielo- al idolo de su córazon Cuando Mr. Filmore fué elevado á la presidencia de los Estados Unidos, su hija era maestra en la Escuela pública, y prefirió quedarse maestra á despecho de la elevación de su padre. Maestra se casó después con uno de sus ministros. Una señora de Massachussets, cuyo marido era pastor y también tenia escuela para niños, dió estudios preparatorios por muchos años á los jóvenes que se proponían seguir los cursos de la Universidad de Cambridge.
Eran pobres ambos y vivían en el campo, y ella se veia obligada á dedicar mucha parte de su tiempo á los quehaceres domésticos; pero los muchachos se sentaban á su mesa en la vieja cocina campestre, y mientras ella aplanchaba la ropa, le daban sus lecciones de griego y de Matemáticas. La profesora de que antes le hablé, es una dama de Boston adornada con todas las gracias de la cultura bostoniana. Estudió en la Escuela Normal de West Newton y después enseñó en ella por muchos años. Todos los distinguidos profesores de Matemáticas de aquella escuela han sido mujeres. La escuela se ha mudado después á Eraminghan y el principal de ella es una señora, como igualmente son señoras todas las maestras subalternas.
Las cultas niñas de Cambridge emplean muchas de sus veladas de invierno en la escuela de caridad para adultos, organizadas para instruir á las sirvientas irlandesas que vienen á este país sin educación alguna, y no tienen tiempo para ir á la escuela durante el día. Aprendices que no son irlandeses asisten también á esta escuela, donde los estudiantes de la Universidad llevan las clases de varones. Creo haberle dicho otra vez que nuestras mas delicadas damiselas iban al campamento de los negros que estuvo cerca de Boston, dia por dia, á enseñarles á leer y escribir. Se les trataba con el mayor respeto y reverencia por todos los que conocían su misión, y eran adoradas por los morenos. Conozco dos señoras que andan diez millas desde su casa cada dia para desempeñar esta tarea; y cuando los soldados entraron en campaña les escribían las cartas mas interesantes, desde los campos de batalla, llamándolas sus ánjeles guardianes. Una niña se trasladó á la Carolina del Sud, y se puso, ella sola, al frente de una plantación de algodón de trescientos negros, á quienes no solamente educaba, sino que les ense-baba el ejercicio de las armas, sin perder nunca su prestijio de señorita por obrar así. Otra señorita hija de un rico caballero de Nueva York, ha vivido en una casita estos últimos seis años en las montañas de Arlington, dirigiendo negros, sin que nada la pudiese arrancar de allí. Pero no acabaría nunca si le citase todos los ejemplos, de lo que las mujeres educadas son capaces de emprender.
Fueron dos señoras quienes se acercaron las primeras al Ministro Chase á decirle que iban á la Carolina del Sud á abrir Escuelas para los libertos. Él aceptó con el mayor placer sus servicios, y les dió salvo conducto. Una de ellas era la viuda de un dignísimo hombre de saber de Washington, y la otra una amiga que habia residido muchas ocasiones con la familia de Chase, y cuya enerjia y lealtad él conocía mejor que nadie. Ellas hicieron así la magnifica obra que otros hicieron despues”.
Acaban de publicarse en Albanv los Discursos de Mrs. Stanton sobre el Proyecto de ley de Divorcio, que se examinaba en la Comisión Judicial del Senado de Nueva York en 1861; en favor del Sufragio Universal, para la elección de Delegados á la Convención Constitucional, sometida al exámen de la Comisión Judicial de la Legislatura de Nueva York—las resoluciones adoptadas por la Convención de Nueva York para proclamar los Derechos de las mujeres (sufrajio como á los negros.) Ya fuera V. á tratar la cuestión del divorcio, diciendo como una escritora americana semejantes palabras á su contendor varón «como no me consta que V. haya sido mujer un solo dia, permítame que le cuente como sentimos nosotras las mujeres á ese respecto.
Hace solo meses que tres señoras, la Stanton era una de ellas, recorrieron las principales ciudades de los Estados Unidos, dando lecturas sobre Women’s Rights, y fueron escuchadas con interés por aquellos ó quienes esas cuestiones interesan, y ridiculizadas, no en sus personas sino en los diarios, no por ellas sino por la idea que, sin embargo, se presenta á la puerta de todas las Convenciones constitucionales pidiendo admisión.
La obtendrá? Allá vá según Dixion. Como vd. vé, los negros adoraron á las señoritas que iban al compamento á enseñarles á leer. Los blancos pobres del Sur las lapidaron cuando fueron primero, á abrir escuelas que incendiaban. Mostraré la carta de vd. ¿Mrs. Mann ? Porqué no? Asi principió aquí el movimiento hace treinta años. Léalo en la reseña histórica de las escuelas, base de la prosperidad y de la República en los Estados Unidos, si algún ejemplar escapó del incendio de la casa de gobierno. Cuando escribía el profesor Wickershan algo de esas resistencias, me contestaba n’ayes pas peur! c’est toujour comme ça! Asi principia.
Publicaria en AMBAS AMÉRICAS su discurso en Chivijcoy y la carta que me acompaña sin comentarios, á fin de que nuestra América se viera en ese espejo; pero seria calumniarla, mostrar un poco de barro que salpicó por accidente un rico vestido. Entre sus quejas se le escapa á vd, una confesión, y es que empieza á ser conversación de moda las escuelas. Eso es todo.
Véolo en San Vicente, Montevideo, Paraná, Rosario: oigo el rumor alegre de las ondas, y á lo lejos de ese lado veo rizarse la superficie del mar en calma. Es que viene llegando la brisa, que inchará las velas, y la nave se moverá. ¡Cuánto tardaba!
Necesito después de hablar de los otros, decirle algo á vd. y vaya de cuento. Un dia se presentó al Gefe del Departamento de Escuelas Mr. Legout, y con voz conmovida le dijo:
“Vengo á presentar mi renuncia de Director de la Escuela Modelo; no me siento capaz de continuar; será falta mia, pero no comprendo lo que aquí sucede. Me he criado en escuelas Normales, he rejenteado muchas públicas, he visitado como Inspector de escuelas en cuatro Departamentos de Francia seis cientas, y nunca vi en los niños, costumbres, indisciplina y espíritu como el de estos. Soy el blanco de burlas y de una conjuracion en que están aunados todos, todos, “ ….Y como una larga historia.—El mal no está en la Escuela, le contestó el gefe, está en las ideas de la sociedad, de los padres, pero mientras ataco yo la enfermedad en su orijen, la opinión pública acerca de la autoridad del maestro ¿quiere V. continuar, y someterse á mí consejo? Desde el Departamento lo estoy oyendo todo el día. Está V. exasperado, irritado: Levanta mucho la voz y los niños la levantan mas y mas: baje el tono de hoy en adelante de manera que apenas se le oiga, y se despertará la atención y el temple de la escuela se enfriará.” No le cuento el fin de la maniobra que principió por dos artículos en los Anales sobre los castigos y la autoridad del maestro. Bástele saber que Mr. Legout bajó la voz ese dia, y dejó de oirse ese rumor de colmena en desorden que carateriza nuestras escuelas.—Baje V., pues, la voz en sus discursos y en sus escritos, á fin de que no llegue hasta aquí el sordo rumor de la displiciente turba.
D. F. S.
Nueva York, Octubre 15 de 1867, Anales de la Educación Común, Vol. V, 1867, LEER, en Obras Completas, Tomo XXIX, ob.cit., 1899, pág. 215, LEER