Señora Doña Juana Manso.
Lima, Abril 10 de 1865.
Mi estimada amiga:
Esta mañana el sirviente de la Legacion me traia un jiron de diario diciéndome: de parte del jóven Mitre que lea eso.
Eso qué? Busco y encuentro un articulo «La Escuela de Flores» suscrito Juana Manso, defendiéndose usted contra el cargo de haber avanzado «que pueblos y gobiernos de la América latina no consagran á la difusion de la enseñanza ni sus primeros cuidados ni todos los recursos que la amplian y engrandecen el otros paises». ¿Cómo se ha atrevido usted á tanto?-
¿Es cierto que hayan disminuido de cinco mil alumnos los de las escuelas desde 1860, á 1864, como aparece de las cifras que usted compara?
Cómo he sufrido con imajinarlo posible siquiera!
Acaso no es tan grave el mal! Acaso las operaciones para obtener esas cifras han sido ejecutadas con negligencia!
Cuando leo á esta distancia sus escritos sobre educacion, inspirados por un sentimiento ardiente de obtener su mejora y difusion, recuerdo el dia en que la poetiza de las márjenes del Plata, la escritora que representa en nuestras letras el pensamiento de nuestro bello sexo, pedia un modesto rincon en la enseñanza pública; y á fin de no dar á la muger instruida y desgraciada con las puertas de la patria en el rostro se lo inventamos Mitre y yo, en la creacion de la Escuela N°1 para ambos sexos.
Cuánto me congratulo de ello ahora! Cada vez que leo sus escritos ó sus discursos, y los leo á veces en diarios de Chile y del Perú reproducidos, le mando desde aqui cordiales felicitaciones, aunque vengan siempre mezclados con desahogos del dolor que causan las espinas, que hacen casi siempre ingrata la tarea de hacer dar un paso adelante á los pueblos.
Si el recuerdo que de mi nombre veo en sus escritos, es muestra de estimacion, exajerada de su parte, mándole para alentarla, mi sincera aprobacion de sus esfuerzos para evitar que se apodere la rutina de obra que no está aun en los comienzos siquiera.
Su cuestion con un jóven secretario á quien usted alude, túvela yo, bajo formas distintas, siempre renaciente, con toda clase de manifestaciones de un mismo sentimiento, espresado muy de antiguo por el doctor Pangloss de Voltaire, que todo va bien en el mejor de todos los mundos posibles. Es viejo. Ay! del que quiera mostrarle al pueblo de los satisfechos, horizontes mas vastos que el limitado por la rutina que descubre al hijo desnudo!
Contaréle mis cuitas como el eunuco Abelardo para su consuelo.
Esto le hará bien y le dará alientos.
Habia consagrado mi juventud al estudio de todas las cuestiones que se refieren á la educacion del pueblo. Escrito en Chile diez años, viajado tres, practicado cinco, creádolo todo, lejislado casi. Habia hecho ya lo que en cualquiera nacion de Europa habria sobrado para establecer una modesta reputacion. En 1856 me presenté al Gobierno de Buenos Aires, solicitando ser encargado de la organizacion de la educacion del pueblo con la creacion de un Departamento de Escuelas. No sabian que tal hubiese hecho! Tan buenos servicios ha prestado despues á la difusion de la enseñanza cada uno de los que nombraré, que creo poder hacerlo sin agravio de nadie. El dia mismo que tal paso di supe que mi amigo el finado Portela, entonces Ministros hallaba pretensiosa la demanda.
Vuelto de campaña el Coronel Mitre, Ministro de la Guerra, no pudo vencer la fuerza de inercia que se oponia al proyecto. Era, se decia, un cuarto poder en el Estado. Obrándose un cambio de Ministerio, el doctor Alsina entre otras condiciones para aceptar la cartera, puso la de que se llevase á cabo el pensamiento.
Pasóse en efecto un proyecto á la Lejislatura, y esta lo pasó á comision. La comision se reunia periódicamente con el ánimo de echarlo abajo; y faltándole razones plausibles lo aplazaba indefinidamente. Sabíalo todo por don Eustaquio Torres, miembro de ella, y único sostenedor del proyecto.
Al cerrarse las sesiones tuvo que presentárselo aprobado; pero la noche que debia discutirse, don J. B. Peña hizo mocion para que se abandonase la órden del dia por la urgente discusion del presupuesto. La Cámara ignoraba lo que el de la mocion sabia, y es que el aplazado era el Departamento de Escuelas. Guerrico y Frias conocen la desagradable escena que habia precedido y como era yo tratado, no diré calumniado, por pretension tan humilde.
Discutiendo el presupuesto, el doctor Elizalde introdujo exabrupto una partida, de tres mil pesos para un Departamento de Escuelas.
Como esta teja caia del cielo, no estaba la mayoria Peña entonces preparada, para recibirla. Votaron y se empataron los votos, sobre asunto tan grave. El Presidente Escalada (el doctor) se decidió por la afirmativa, y pasó la partida. Llegado el presupuesto al Ministerio, como los indios hacian incursiones, el Gobernador propuso aplazar la creacion del malhadado Departamento, para atender á aquella apremiante urgencia. Hay una escelente frase del Coronel Mitre entonces: Señor, dijo, resistamos á que Cafulcurá nos robe las vacas; pero no le concedamos que nos barbarise tambien impidiéndonos mejorar la educación.
La frase hizo su efecto; pero el Departamento no se abrió.
Un nuevo cambio de ministerio, hizo que el Dr. Velez, pusiese por única condicion á su aceptacion que se realizase el presupuesto en aquella parte.
Este es el origen del Departamento que existió de hecho, sin ley de creacion, y que tres ministerios se quebraron para darle existencia.
Tenia pues en mis manos despues de un año de contrariedades y humillaciones el instrumento.
¿Cómo hacerlo obrar, sin sublevar las resistencias que presentia? Figaro decia despechado, que habia él necesitado mas talento para comer un solo dia, que los ministros para gobernar todas las Españas. Yo me jacto aqui para mi coleto, de haber realizado grandes cosas en la politica argentina; pero le aseguro á usted que nunca habrá político que me iguale en el tino con que maniobré oscuramente en el Departamento de Escuelas.
Una partida de doce mil pesos papel (seiscientos!!! ps.) para mobilario de todas las escuelas de Buenos Aires que asignaba el presupuesto, la equivoqué al rehacerla por una de doscientos mil!
La supercheria no pasó, bajo el ojo vijilante del Gobernador. Si se hubiese tratado de unos diez millones mas para la frontera, no habría parado mientes. Fuí llamado á dar esplicaciones. Las dí mal y por mal cabo…. –
Era en prevision de nuevas escuelas; …. probablemente no se gastaria etc., etc. Regateamos: quedó en setenta mil pesos. Del lobo un pelo! yo me retiré contento.
Era miembro de la Municipalidad, que cada tres meses distribuia doscientos mil pesos de loteria á tout venaut, al Socorro, á San Nicolás, á todas las capillas é iglesias. Una vez se decretaron sumas para dos que despues se supo no existian. Diez mil pesos para la capilla de Ranchos. No habia tal capilla en Ranchos.
Cada vez que esta lluvia fecundante de oro ó de papel caia, yo tendia la mano, diciendo: unos pobres piden cincuenta mil pesos, para mandar traer de los Estados Unidos materiales de escuelas! Un año tendí en vano la mano. La mocion no habia sido suficientemente apoyada: la hora era avanzada: las escuelas no eran obras de beneficencia etc. El Presidente tenia siempre alguna razon concluyente, ó eludiente, que tanto vale.-
Un dia el señor Botet condolido de esta situacion, me dijo con acento misterioso en ante-salas, mirando antes al rededor para no ser oido: hay unos cincuenta y siete mil pesos en el Banco, que la Municipalidad ignora que son suyos. Asegúrese de los votos y proponga que se destine á su proyecto: cuente con el mio.
Dí un salto degusto; y puse mano á la obra.
Cuando hubo probabilidades de empatar siquiera la votacion presenté en forma mi mocion. Un Dr. Mendez, sino estoy trascordado, pero Dr. era, dijo: quisiera que el señor Municipal nos dijese que cosa es ese material que tanto cuesta.
Qué triunfo oratorio para mi! Desenvolví en un cuadro luminoso, aquellas maravillas de bancos de patente, de libros rica y fuertemente empastados de mapas-mudos, que se desplegaban ya á mi vista; con la esperanza de catar los cincuenta y siete mil. Estuve admirable: yo me escuchaba. Cuando hube concluido mi brillante esposicion, el Dr. replicó lo siguiente: He oido la esposicion del señor Municipal, y desde que la he oido, desisto de darle mi voto al proyecto. Parece que el señor, creé que no sabemos lo que son escuelas aqui.
Yo me he educado en la del señor Peña, que no necesitaba de todos esos costosos aparatos para enseñar bien.
Asi principió la votacion, y eso que le escatimaron el pié de los siete. La ganamos por un voto. Si se empata, Buenos Aires no hubiese visto escuela modelo. Nunca he sudado gotas mas gordas! Oyendo caer uno á uno, y contando si, no, no, si!Tenia pues 70,000 mil pesos por el presupuesto, y 50,000 por la Municipalidad. Oficié al Gobierno denunciando que estaba en ruina la casa destinada al Departamento (qué trabajo me costó arrancar la loteria del patio!) y proponía que al reedificar un costado se techase el patio, para aprovecharlo, previniendo al Ministro Barros Pazos, que en la partida tal del presupuesto estaban destinados ya unos setenta mil pesos, aplicables al caso.
En el acto vino un bendito, apruébase.
Se levantaron planos que someti á la Municipalidad por darle el honor de la creacion. Cinco meses estuvo parada la obra esperando la aprobacion, hasta que obtenida, me hice dar una autorizacion amplia para obrar, no sin encargar motu propio al mismo ingeniero de la Municipalidad de la ejecucion.
Un dia, que no olvidarán los presentes, se abrió la Escuela Modelo, con sorpresa y aplausos de todos; aunque la Municipalidad mandó suspender el acto, por no habérsela consultado, como si las iglesias que ayudaba con fondos de loteria le pidieran permiso para abrirse.
Exhibi mi autorizacion omnímoda, y calculada por mi al redactarla, contra estas eventualidades, y la Escuela se organizó y funcionó.
Se habia dado un paso inmenso, la creacion de locales adecuados. Mr. Bravard, arquitecto de escuelas en Francia declaró no conocerse en su pais esta arquitectura y aquellos aparatos y lujo consagrado á la educacion del pueblo.
Estábamos en la huella luminosa trazada por los Estados Unidos. La Catedral al Norte siguió la impulsion, con espléndida munificencia.
El Dr. Perez está al cabo de las negociaciones secretas, transaciones y esplicaciones que precedieron.
Hubo fusion politica y reconciliacion en las escuelas.
Navegábamos con viento en popa, y quise desplegar al viento alas y arrastraderas. Proyecto de ley para consagrar los bienes de Rosas á la creacion de escuelas suntuosas en toda la provincia.
Lea mi discurso en el senado. El ministerio se presenta en nombre del Ejecutivo, para oponerse á la destinacion de los fondos.
El Presidente de la Municipalidad (Senador) interpela al autor del proyecto, Jefe del Departamento de Escuelas, sobre la manera como ha administrado los fondos destinados á la escuela modelo. Iba á ser confundido de malversacion, en pleno Senado á la víspera del triunfo mas espléndido del sistema que hace el poder de los Estados Unidos! El peligro me inspiró entonces, (como cuando el Chacho, sin decirme agua vá, se me presentó en San Juan una mañana temprano) dije:
Señor Presidente: Contestando á la interpelacion del señor Senador, declaro ante el Senado, y esa barra que me escucha, que la Escuela Modelo se ha hecho á fuerza de ardides, de engaños, de embustes, y de maulas! (aplausos en la barra) Gracias á eso, Buenos Aires tiene escuelas de que honrarse. Si descubro á las autoridades mi proyecto, jamas habria escuelas dignas de un pueblo culto.»
(Aplausos en la barra) La barra aplaude todo lo que es torcido.
El proyecto se salvó y fué votado por unanimidad. Yo habia eludido el malicioso y encapotado cargo de fraude, á caso de robo; pero el rejon habia quedado en la herida, y necesitaba arrancarlo. Al dia siguiente fueron citados á la comision de legislacion del Senado, á que asistian los Ministros, el presidente de la Municipalidad, el presidente de la Comision de Educacion que los habia metido en aquellos enredos, el Oficial Mayor del Departamento, que habia corrido con el dinero, el ingeniero de la Municipalidad, que lo habia invertido, el empresario constructor, etc etc.
Es esa la única vez que en las comisiones del Senado ha tenido lugar una de esas escenas tan frecuentes en las cámaras inglesas, donde se oyen doscientos testigos.
El debate principió estableciendo el odioso cargo que se me había hecho en el Senado, amancillando mi honor, cosa que los federales no habian intentado siquiera. El presidente de la comision de educación formuló otro mas, y era: que desde que el jefe del Departamento estaba al frente de la educacion, las Escuelas estaban perdidas en Buenos Aires. Doce personas lo oyeron; están vivas.
Entonces, siempre cuando ciertas verdades de que depende la felicidad del pueblo no tienen todavia el patrocinio de la opinion, de la justicia, del derecho, entonces el que los siente y sostiene empuña el látigo, y lo descarga sobre los publicanos y los fariseos que profanan el templo, y eso hice. Hay unos oficios á la Municipalidad que quedaron sin respuesta, por que no tenian. Siento todavia sabrosa la mano.
Todas esas penalidades costó y cuesta siempre hacer un poco de bien. La opinion apoya despues.
Vea vd. si no ha de costarle amarguras decir que el Gobierno ni los pueblos prestan la debida atencion á la difusion de lo enseñanza. Por ese martirologio que pasó en sus comienzos en Buenos Aires y que le descubro omitiendo puntadas y alfilerazos, pasó en Chile, aun que tenia un presidente por sostenedor. En todas partes se cuecen habas. El individuo que hallaba perdidas las escuelas, en el periódo que media entre 1858 y 1860 en que se echaron los comienzos de un sistema que ha de llevarse á cabo, so pena de perecer los pueblos de estirpe española, procedió de buena fé sin embargo. Era víctima de una descepcion, de esas á que están espuestos los miopes. Para cambiar un estado de cosas es preciso desacreditarlo, por que el hábito es una segunda razon en el pueblo. En escritos, en discursos, en conversaciones, yo establecia el hecho demasiado palpable para mí, ignorado por los indiferentes, que no habian escuelas en Buenos Aires, que la educacion estaba perdida. Maestros de setenta y tres años uno: de sesenta y tantos diez, momias de tiempo atras, con desvanes para escuelas, con seiscientos pesos al año para material repartible en cien; sin forma de letra humana, sin método, sin posibilidad de mejorar; el mensaje del Gobierno y de la Sociedad de Beneficencia comparando con la reciente época de Rosas, entonaba el hozana de todos los gobiernos y los ditirambos de los poetas que nunca los han entonado á la mejora real de la sociedad, en lo que á nadie le interesa directamente. Cuando logré contrarrestar esta seguridad candorosa, cuando el público se persuadió que las escuelas son otra cosa que asunto del maestro de escuela y de muchachos pobres, la frase las escuelas están perdidas, se hizo popular y el santo varon creyó que era yo quien las estaba perdiendo.
Ahora no me echarán la culpa á fé. Yo las encontré con 10,911 alumnos en 1857, y las dejé con 17,479 en 1860, con locales magníficos, con testos, material y maestros idóneos, y con una organización que aun requeria tiempo para completar.
Todo esto en medio de los azares de la guerra civil; distraido el gobierno, la sociedad y yo mismo por la necesidad de achicar la bomba para no ahogarnos.
Desde 1860 adelante respiramos siquiera.
El pais está entregado al goce de crear, de vivir, progresar, desenvolverse. Los cimientos estaban echados, los embarazos removidos. ¿Cuantos alumnos hay en las escuelas, segun las declaraciones del secretario á quien vd. se refiere? «Doce mil cuatrocientos cincuenta!!!»
Como? Hemos vuelto al número que tenian en 1858? Hemos retrocedido seis años atrás? Dios nos asistal Pero vd. anda parcimoniosa en demasia al cobrarle al jactancioso secretario, solo los cinco mil alumnos disminuidos.
El progreso de la educacion no se cuenta asi. Cada año trae su nuevo y mas fuerte contingente de niños que piden educacion. En Nueva York ó en Boston se erije cada año una nueva escuela, para recibir los millares que ese año se presentan en edad de concurrir á ellas. Es la razon aritmética de la poblacion.
En Buenos Aires seguia ya la proporcion creciente.
En 1857 á 1858 habia alumnos. . . . . . . . . . . 10,911
En 1858 á 1859. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 13,613
En 1859 á 1860. . . . . .. . . . . . .. . . . . . . . . . . . 17,479
Luego debieron haber:
En 1860 á 1861. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .. . 22,230
En 1861 á 1862. . . . . . . . . . . . . .. .. . . . . . . . . 28,300
En 1862 á 1863. . . . . . . . . . . . . . … . . . . . . . . 35,000
Estas son habas contadas. Los niños necesitados de educacion, no se agotan, sino cuando se ha estinguido la deuda atrasada, y se marcha con el año; cien mil niños en estado de naturaleza tiene aun la poblacion de Buenos Aires. Ibamos por el ancho camino de los Estados Unidos, siguiendo sus pasos, y los hubiéramos alcanzado en pocos años, pues la infancia entra al fin en la virilidad, y los adultos son hombres todos cualquiera que sea su edad, desde que llegan á ser púberes.
Donde está el mal; vd. lo ha enseñado en su artículo admirablemente, y esto solo me prueba que está vd. en un buen camino. En la confianza con que el secretario, sin reparar en el desfalco, en el retroceso que sus cifras revelan dice, complacido. Esto nos representa un resultado mucho mas satisfactorio que las primeras naciones de Europa. »
Apenas estaba cubierta la desnudez de las carnes, y ya el fidalgo ostenta con orgullo los agujeros de su capa rota.-
Le ha demostrado el error vd. Trabajo perdido. Estamos mucho mas adelantados que la España, que en quince millones de habitantes, trece no saben leer. Mas adelantados que la emigracion en común que llega á Buenos Aires, y que segun el censo de 1856, en que hice anotar la instruccion, era mas ó menos la misma, que entre los hijos del pais. Pobres pueblos, dispuestos siempre á echarse con la carga en medio camino.
Hay mas escuelas ahora que entonces, y la mitad de alumnos que aprovechen las rentas que se gastan, y de ello, tomando la sombra por la realidad, se envanecen. El espíriu se va, el cuerpo, el esqueleto queda. Una centena mas de funcionarios: he aqui el resultado.
Entre la escuela y el niño hay un tercero, y este es el padre de familia, sobre cuya voluntad, ni la existencia de la escuela, ni la renta malgastada, ni el gobierno tienen influencia. Hé ahi el escollo, para desbaratarlo es preciso ajitar la opinion pública, crearla, conmoverla, interesarla, animarla, instruirla. La opinion, es Moises con los brazos levantados al cielo, sosteniendo el ardor de los combatientes. Si esos brazos descienden por cansancio, los ánimos desfallecen, y el pueblo vuelve la espalda, aunque sepa que muy triste fin le aguardará.
Eso faltó en Buenos Aires desde 1861 en que amarraron á la toga de la Universidad el Departamento de Escuelas. Valdria mejor habérselo confiado á la Policia. Siquiera ella puede perseguir á los niños vagos. Enmudecieron los Anales de la educacion que llevaban el movimiento y la vida á todo el cuerpo. Cesaron los Informes anuales, que son en los Estados Unidos el muesin que llama al pueblo á la oracion desde lo alto de los minaretes. No se vieron mas las pueriles fiestas, único lenguaje y perogacion que entiende la pobre madre, que no se resuelve tadavia á mandar sus hijos á la escuela, porque el rico educará á su hijo siempre, por mejor gozar de su riqueza. Han suprimido estas superfluidades los sábios, y los cuerdos, como en sus constituciones suprimen los resortes esenciales del sistema. Andando unos pocos años, se encuentra que las escuelas se despueblan, si bien los maestros se aumentan, como se encuentran la guerra civil y la sangre chorreando por la soldadura ó remiendo constitucional. Le aseguro que me ha muerto la revelacion de hecho tan desconsolador, y tentado estuve á dejar vanos é inútiles honores de posicion, y presentarme de nuevo al gobierno provincial de Buenos Aires, á decirle: mi puesto está aqui. Déme el departamento. Ahi está el porvenir de la República todo. Pero me siento ya viejo y me faltarian ya acaso las fuerzas de abnegacion que tanto sirvieron á nuestra causa en los dias dificiles, largos como noches polares, porque atravesó nuestro pais. Consuélame que voy á la fuente, y puedo recojer mas datos, mas hechos, mas resultados, y dar todavía con nuevas fuerzas, la última batalla, ó bien suministrar armas á otros mas esforzados, para que intenten restablecer el combate.
Le mandaré á vd. libros, informes, consejos, índicaciones útiles; vd. que no cree que los gobiernos se lo han hecho todo, y que estamos en materia de educacion mas allá de los pueblos que nos cuentan entre los bárbaros.
Escribenme de San Juan que el 25 de Mayo sino antes, abrirán la escuela Sarmiento, continuacion y reflejo del impulso dado en Buenos Aires. Es un monumento, que estaria bien en Filadelfia, en Boston ó Nueva York. Capaz es de contener mil quinientos alumnos. Pero mucho me temo que sea un cuerpo sin alma.
Las provincias se inspiran de las capitales.
Cuando en Buenos Aires se arrojan pedradas en las elecciones, en el Rosario es de buen tono darse de puñaladas. Cuando los niños disminuyen en las escuelas de la culta Buenos Aires, de todo un Buenos Aires como dicen en las provincias, los niños ganarán á los montes, ó nacerán mudos para no deletear. Por espiritu de imitacion, y cuando los magníficos edificios de escuelas queden desiertos, los entendidos dirán si el pais no está para eso; eso será bueno en Norte América, pero nosotros no hemos llegado á ese estado. Se necesitan siglos y harán cuarteles de las escuelas, temor que abrigaba desde su orijen el Dr. Velez.
Los Estados Unidos con sus escuelas al principio como base, han hecho sin embargo en un siglo, lo que la humanidad entera ha venido haciendo y deshaciendo en seis mil años de historia. La República!!
Me despido de vd. tristisimo.
Escriba, combata, resista. Ajite las olas de ese mar muerto, cuya superficie tiende á endurecerse con la costra de impurezas que se escapan de su fondo. La colonia española, la tradicion de Rosas, vacas, vacas, vacas. Hombres, pueblo, nacion, república, porvenir. Todo está en los bancos humildes de la escuela. Trabaje y el pueblo le ayudará.
Adios.—Su affmo.
D. F. SARMIENTO.
ANALES DE LA EDUCACIÓN COMÚN. VOL. IV.1867.N°45.