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Carta de Mary Mann a Juana Manso (ortografía original)

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Maria  Mann.

Esta ilustre escritora Norte-Americana, viuda del gran Apóstol de la Educacion Comun, el inmortal Horacio Mann, al que su pueblo ha levantado una estatua de bronce y pedestal de granito; esta señora que á una instruccion poco comun, reune el don sublime de la simplicidad del corazon, alma anjelical como le llama Sarmiento, esta pensadora que por el espacio de veinte y un años ha enseñado en las Escuelas de la Nueva Inglaterra, nos ha dirijido un saludo de fraternidad, nos ha estendido una mano de amiga al traves del océano. Ella ha tenido lástima de 1a pobre mujer aislada en esta ribera del atlántico; ella tan grande en la esfera de la intelijencia, ha venido animada por el espíritu de caridad, hacia la humilde obrera del Rio de la Plata.

La señora Mann será de hoy en adelante corresponsal de los Anales de la Educacion, y acaso puédamos mas tarde contar con el apoyo de otras esclarecidas escritoras de aquel pais, que se encarguen de transmitimos todos los meses el asombroso movimiento del progreso de la educacion en la gran República.

Hoy damos á continuacion la carta que nos ha dirijido la señora Mann; al vertirla al castellano, dudamos conservarle aquel aroma que se desprende de un alma como la que la ha dictado. Confesaremos que nos ha hecho un gran bien, porque no hay martirio mas doloroso para un corazon tierno, que condenarlo á vejetar en el aislamiento y en la indiferencia.

Hé aquí la carta de la Señora Mann.

Cambridje, Follen Street, Agosto 17 de 1866.

Señora Manso.

Mi querida Señora:

Hace tiempo que deseo escribir á V. por que me interesan mucho los pormenores que de su carácter tengo por nuestro comun amigo el señor Sarmiento, asi como sus admirables trabajos por la causa de la educacion en su pais. El señor Sarmiento, suele favorecerme prestándome los Diarios de sud América y en algunos números de los Anales de la Educacion Comun, he visto los escritos de V. y comprendido qué clase de espíritu es el suyo. Me interesan mucho los planes del señor Sarmiento, de llevar maestras de la nueva Inglaterra á su pais, que introduzcan algunos de nuestros métodos é inoculen en sus compatriotas nuestro celo por la educacion. Deseo inducir á algunos de nuestros pensadores y especiales institutores que vayan, y si yo misma fuese mas joven iria. He enseñado por el espacio de veinte y un años y no estaba cansada, siempre pienso en mi última escuela la mas interesante, me gustaba enseñar á los párvulos, y mis amigos me entregaban los suyos, para que los guiase como mios propios. Espero inducir una de mis amigas que tiene mi amor por el arte, y mas poder que el que yo he tenido para hacer bien las cosas; ella podria dirijir una Escuela-jardín. Cuando la señora Pearson vuelva á Buenos Aires, enviaré á V. un libro escrito por mi hermana y colaborado por mi, el que espero le hará á V. amar las escuelas-jardines de niños, y tal vez pudiera V. asociarse á Miss Carlies si por fin se decide á ir y hacer conocer estos paraísos de los párvulos. Le ayudaría V. mucho dándole nociones del idioma, uniéndose á ella, si tiene el espíritu recto que confio encontrará en V.; su habilidad se manifestaria luego. Todos pueden enseñar á leer, escribir, corregir, descifrar los mapas, &; pero no todos pueden educar. Estoy segura que ningun padre de familia, despues de seis meses de prueba, dejaría de confesar que Miss Carlies no habia hablado al alma de su niño.

Se admirará V. cuando le confiese que soy tan presuntuosa, que he emprendido escribir la biografia de nuestro noble amigo el señor Sarmiento. He estado leyendo sus viages, su libro Civilizacion y Barbarie, sus nobles pensamientos en el Monitor, los Anales, su grande obra la Educacion Popular y estoy abismada, como sus compatriotas no le han dicho ya. “Tómenos de la mano, y haga con nosotros lo que V. cree que somos capaces de hacer”; por que su admirable vida, intelectual, sus glorias, y los actos distinguidos de su vida lo habilitan con el poder de guiar la legislacion tanto como la educacion del pueblo. He leido sus viajes como si leyese un romance. El castiga las naciones con tal conocimiento de los secretos de su vida material y poder, ó muerte nacional y localidad, que el lector encuentra su descanso leyendo. El me ha dicho que el libro es poco conocido en su pais. Recuerdo que ninguno es profeta en su tierra con honra y con gloria; que hay pocas comunidades que tengan un hombre tan grande y tan bueno como él; pero sus triunfos han sido de tal naturaleza, que me admiro como sus libros no sean leídos con ardor. Desearía conocer los pensamientos de un tal hombre sobre todas las materias, porque es un historiador tan profundo, que sus menos cultivados compatriotas deberían aprender de él todo cuanto necesitan saber. Tengo ya esbozada su hermosa vida y puedo contemplar sus obras y trabajos que he coleccionado, y puliendo todos los rasgos de su biografia, no me decido á terminar, tan absorta me encuentro en mi deliciosa tarea. Mil cosas le pregunto sobre si mismo, y sobre su pais que espero no las tomará por una impertinente curiosidad, y catequiso todos aquellos que algo puedan decirme á su respecto. Deseo que algo tambien me diga V. He traducido mil preciosos trozos de sus escritos, pero mi pequeña biografia debe aparecer en el periódico de Educacion de Barnard, entre las biografias de los Educacionistas notables y no puedo tomar todo el espacio que deseo. Si el Sr. Sarmiento hablase un poco mas el ingles, se haría conocer á sí mismo aquí mejor que de modo alguno, máxime teniendo ya amigos, admiradores y que nuestro pueblo es muy entusiasta por los compatriotas de V. y su espléndido pais. Yo espero que el credo de Vds. triunfará pronto y que cultivarán Vds. las artes de la paz, gozando de la independencia que conquistaron. Entre nosotros los débiles procuran cuestiones, pero los hombres leales de la nacion son fuertes en demasía para batírlos. La inteligencia esta muy difundida y nuestra historia nacional muy bien comprendida en nuestros distritos rurales donde los libros llegan para cada hombre, muger, muchacho y muchacha, que los malos consejos poco pueden prevalecer. En punto á cultura intelectual, nunca he visto un caso tan maravilloso como el del Sr. Sarmiento que en  edad tan temprana, por si mismo se ha trasportado con la imaginacion á cada polo de la tierra, y comprendido la política de las naciones y la exacta razon de su cultura y prosperidad. Qué lástima que un tal hombre envegezca, necesitaríamos que viviese algunas generaciones para difundir la sabiduría que posee. Mi amado marido, decía á menudo que le gustaría vivir cien años, para pensar, escribir y enseñar. Le parecía á él que era poco la labor de sesenta y tres años! –

Espero que lea V. mi ingles, y que será V. desde ahora mi corresponsal. Dice el Sr. Sarmiento, que si es posible vendrá V. á este país; si se realiza esto, esté segura que tiene aqui una amiga. Tengo su fotografia en mi album, y á menudo la contemplo con estimacion.

Maria Mann

Anales de Educación Común. 1866

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