Buenos Aires, 11 de Agosto de 1867
Calle San Martin 299
Señora Da. María Mann.
Mi querida señora: Tengo dos cartas suyas pa. responder. La primera fha. 5 de Fbro. que recibí con bastante atraso y la que por mano de los S.S. Dr. Thayre y Higginson, ha tenido V. la bondad de dirigirme; haciéndome el honor de recomendarlos. Sus interesantes cartas son para mí un consuelo, como lo será la lectura del precioso libro «Pensamientos de Horacio Mann», que con el retrato de aquel inmortal apóstol de la humanidad me ha entregado el Dr. Thayre en nombre de V. En adelante cada número de los Anales, mientras me sea dado escribirlos, llevarán alguno de esos sublimes pensamientos.
El mismo Dr. Thayre me ha favorecido regalándome el segundo tomo de las Lecturas y Reports de Mr. Mann, poniendo a mi disposición otros Reports muy interesantes. Esta clase de lecturas, me consolarán en el completo naufragio de mis ilusiones y de mis esperanzas, lo que no debo ocultar a V., puesto que en mi modo de ser y de pensar la sinceridad está arriba de toda otra concideración (sic), y este amor inalterable de la verdad y de la justicia, son los laureles de mi derrota, puesto que hay derrotas que son un triunfo. El Sr. Sarmiento creo que más bien trata de engañarse a sí mismo que no suponer cede a ilusiones cuando conoce tan bien el modo de ser de su país y mío. Yo he luchado con una osadía y un arrojo de que sólo mis numerosos artículos en los diarios podrían dar a V. una idea, y solo enmudeceré para combatir la injusticia, cuando deje de existir o la fueza me lo vede. Nada he conseguido; ese movimiento de la prensa es un falso síntoma, es una apariencia del Jesuitismo para desnortearme (sic) a mí. Se ha hecho mucha bulla con la Ley de Escuelas, fui llamada por el gobno. de este Estado para trazar el proyecto, y cuando pedí tierras para constituir el Fondo permanente del Estado, no sólo me las han negado, sino que en una consulta de dos horas con el Ministro, pude apreciar que no hay intención seria de organizar la Educación como es debido. Quisieron que les hiciera un reglamento fofo que a nada conducía y decliné el honor que se me ofrecía, prefiriendo quedar con mis convicciones y mi sinceridad, antes que sacrificar mi conciencia. El estado del país, por otra parte, es horrible; es el desquicio universal, el desplome de la sociedad que falta de las bases de la moral y de la inteligencia cultivada, rueda en el vacío a precipitarse en el abismo. La guerra, como un vasto incendio, nos envuelve por todas partes, no hay «un hombre» que domine la situación, y yo no sé qué fin llevaremos todos.
Sus recomendados no han encontrado acogida en ninguno de los dos gobnos. y temo que se quieran volver a E. U. Todavía veré si de otro modo pudieran quedarse. Le remito por este paquete los Anales de Julio, y por buque de vela le enviaré desde Fbro. El próximo paquete volveré a escribirle.
Su ffma.
Juana Manso.