Formar el carácter, corregir los malos hábitos, depurar el corazón del niño de las primeras sombras del vicio era nuestro connato en la Εscuela Ν°1. Μás de un Señor preceptor admiraba los nimios progresos materiales. Εra nuestra creencia que la primer misión del Institutor, es sembrar la semilla del bien, que el tiempo gastado en hacer penetrar la luz del deber y de la religión en aquellas almas inocentes, en disciplinar los sentimientos, subordinándolos a la conciencia, al deber, era un tiempo bien empleado y una enseñanza fecunda.
La perfección de la enseñanza la encontraba secundaria, desdeñaba los exámenes y buscaba la satisfacción íntima de dirigir un centenar de almas por la senda del bien.
Οtras escuelas seguían la opuesta vereda, lucian con sus planes y dejaban los pobres niños perderse en su ignorancia, el vicio está en el modo de examinar, educadores hay pocos.
Nota de Juana Manso, al artículo publicado en los Anales de la Educación Común Vol III, 1866, titulado Carácter. Una traducción del inglés sin autor.